"Luego de haber sido creados día y noche, cielo y tierra, así como todas las
hierbas y árboles, y los astros; en el día sexto, luego de haber creado a
cetáceos, pájaros, animales domésticos, fieras y reptiles, Dios creó al hombre,
se dijo: “- Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen
los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los
reptiles.” (Génesis, 1:26)
Toda planta y animal, fue entregado al hombre como alimento. Queda claro
que, siendo el hombre a imagen y semejanza de Dios, no puede haber un animal
que sea el inicio de la evolución del hombre, en todo caso, el animal fue
creado antes que el hombre. Éste no proviene del simio; el simio está sujeto -de
buena manera- al hombre. No hay evolución del simio para llegar a ser hombre.
El hombre ha sido hombre desde que fue creado. Su evolución está referida a
su unión completa con Dios:
“Y nosotros todos, con el rostro descubierto,
reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y nos vamos transformando
en su imagen con resplandor creciente, bajo la acción del Espíritu del Señor.”
(2 Corintios 3:18)
Ahora, como todo cuanto fue creado, proviene de la luz que se hizo presente
en el principio de los tiempos, todo proviene de ella. Siendo el hombre carne y
dado que tiene vida gracias al soplo del Espíritu de Dios, se entiende que
tanto el cuerpo, como el espíritu que nos fue dado, son posesión del Creador. Todo
cuanto contiene el cuerpo y todo cuanto es, es por voluntad de Dios. Entonces,
el cuerpo no puede ser profanado ni dividido, ni apartado del Espíritu Santo.
“¿No saben que su cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que han recibido
de Dios y habita en ustedes? De modo que no se pertenecen a sí mismos, sino que
han sido comprados a un gran precio, por tanto glorifiquen a Dios con sus
cuerpos.”
(1 Corintios 6:19-20)
No procedemos
del animal, somos semejantes a Dios. Nuestro cuerpo es parte de esta semejanza.
Por tanto, todo daño que se haga al cuerpo, todo cuanto se hace al templo de
Dios, afecta directamente al Espíritu de Dios. Todo cuanto se haga al cuerpo,
que sea contrario a Dios, deja una marca que debe ser sanada."