"No se enciende una lámpara para tenerla escondida (o debajo de un cajón), sino que se pone en el candelero para que los que entran vean la luz. La lámpara del cuerpo es el ojo: si tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero si está enfermo, también tu cuerpo está lleno de oscuridad. Procura que la luz que hay en ti no se oscurezca. Si el cuerpo entero está en la luz, sin nada de sombra, tendrá tanta luz, como cuando una lámpara te ilumina con su resplandor."
(Palabras de Jesús, evangelio de Lucas 11, 33-36)