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viernes, 12 de octubre de 2018

El Templo de Dios


El Templo 

Me van a hacer un santuario para que Yo habite en medio de ellos, y lo harán, como también todas las cosas necesarias para mi culto, según el modelo que Yo te enseñaré.” Éxodo 25:8.

Estas fueron las Palabras que Dios le dijo a Moisés en el momento en el que se iba a construir el primer Templo para resguardar el Arca de la Alianza, además le indicó:

Harás un Arca de madera de acacia, de dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y otro codo y medio de alto.” Éxodo 25:10.

El Arca de la Alianza está ubicada en El Santo del los Santos, esto es, el lugar más santo del Templo. Cada cosa en el Templo tiene un lugar específico, nada de lo que está allí es por casualidad.

El Santo de los Santos

En el Santo de los Santos, dentro del Arca de la Alianza están las Tablas del Testimonio de Dios con los Mandamientos, un vaso de oro con el Maná que Dios dio a comer en el desierto a los israelitas  y la vara florecida de Aarón. Encima del Arca está la cubierta que es el Lugar del Perdón y a sus lados están dos querubines viendo hacia el centro donde se presenta la Gloria de Dios.

¿Qué hay en el Lugar Santísimo?:

1.- El Testimonio, los mandamientos:

Ustedes han visto lo que hice a los egipcios y que a ustedes los he llevado sobre las alas de águila para traerlos hacia mí. Ahora, pues, si ustedes me escuchan atentamente y respetan mi alianza, los tendré por mi propiedad personal entre todos los pueblos, siendo que la tierra es toda mía; serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me es consagrada.” “Esto es lo que le dirás a los israelitas.” Éxodo 19, 4-6.

2.- Los suministros, el Maná del cielo:

Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y se les abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca halla y al que llame a la puerta se le abrirá. ¿Habrá un padre entre todos ustedes que dé a su hijo una serpiente cuando le pide pan? Y si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará Espíritu Santo a los que se lo pidan!” Lucas 11, 9-13.

3.- El Lugar del Perdón:

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.” Lucas 6: 37

4.- Los discípulos: la vara florecida de Aarón, el trabajo para el Reino de los Cielos:

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Toda rama que no da fruto en mí, la corta. Y todo sarmiento que da fruto lo limpia para que dé más fruto. Ustedes ya están limpios gracias a la palabra que les he anunciado, pero permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Un sarmiento no puede producir fruto por sí mismo si no permanece unido a la vid; tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí.  Juan 15, 1-4.

Para estar en el lugar Santo de los Santos es necesario cumplir con lo que Jesús nos ha dicho:

“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?” Jesús les dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los profetas se fundamentan en estos mandamientos.” Mateo 22, 36-40.

En el Lugar Santísimo también se encuentra el altar de los perfumes, lugar donde se presentan oraciones agradables a Dios y donde son atendidas:

“Siendo Herodes rey de Judea, vivía allí un sacerdote llamado Zacarías. Pertenecía al grupo          sacerdotal de Abías, y su esposa, llamada Isabel, era también descendiente de una familia de sacerdotes. Ambos eran personas muy cumplidoras a los ojos de Dios y se esmeraban en practicar todos los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, pues Isabel no podía tener familia, y los dos eran ya de edad avanzada. Mientras Zacarías y los otros sacerdotes de su grupo estaban oficiando ante el Señor, le tocó a él en suerte, según las costumbres de los sacerdotes, entrar en el Santuario del Señor para ofrecer el incienso. Cuando llegó la hora del incienso, toda la gente estaba orando afuera, en los patios. En esto se le apareció un ángel del Señor, de pie, al lado derecho del altar del incienso. Zacarías se turbó al verlo y el temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada. Tu esposa Isabel te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan.”” Lucas 1, 5-13.

Todo esto está detrás de un velo hermosamente decorado:

“Así, pues, hermanos, no podemos dudar de que entraremos en el Santuario en virtud de la sangre de Jesús; Él nos abrió ese camino nuevo y vivo a través de la cortina, es decir, su carne. Teniendo un sacerdote único a cargo de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, con fe plena, limpios interiormente de todo lo que mancha la conciencia y con el cuerpo lavado con agua pura.” Hebreos 10, 19-22.

El Lugar Santo

En el ante-santuario están el candelabro de oro y la mesa de las ofrendas.

1.- El candelabro de oro:

“Da orden a los hijos de Israel que te traigan aceite de oliva puro y exprimido en mortero para las lámparas, de tal manera que nunca se apague la luz. Aarón y sus hijos dispondrán esta lámpara en la Tienda del Testimonio, fuera del velo que está pendiente delante del Testimonio, y estará ardiendo en presencia de Yavé desde la mañana hasta la tarde. Será esto un rito perpetuo para los hijos de Israel.” Éxodo 27, 20-22.

Y, ¿cómo se logra tener el candelabro de oro encendido? Jesús nos lo indica en el libro del Apocalipsis, en cada una de las cartas a las Iglesias: no perder el amor primero (Éfeso), ser  fiel (Esmirna), no renegar la fe (Pérgamo), arrepentirse (Tiatira), poner en práctica lo que se ha recibido (Sardes), ser constantes y firmes (Filadelfia), pedir conversión (Laodicea). (Capítulos 2 y 3).
            
         “El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu de las Iglesias.” 3:22.

2.- La mesa de las ofrendas:

“La religión de la Ley contiene una sombra de los bienes por venir, pero no la verdadera figura de las cosas. Por eso no puede llevar a la perfección mediante los sacrificios a los que vuelven a ofrecerlos año tras año. De otro modo quedarían puros de una vez gracias a su culto; ya  no se sentirían culpables de ningún pecado y dejarían de ofrecer sus sacrificios. Pero no, cada año estos sacrificios recuerdan sus pecados; es que la sangre de los toros y de los chivos no tiene valor para quitar los pecados. Por eso, al entrar Cristo en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, sino que me formaste un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije: “Aquí estoy yo, oh Dios, como en un capítulo del libro está escrito de mí, para hacer tu voluntad.””  Hebreos 10, 1-7.