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martes, 28 de noviembre de 2017

Ain



           


 NOMBRE DE LETRA
#
DESCRIPCION
SIGNIFICADO
16
Ayin/ Ain
70
Ojo
Vigilar/Saber/Sombra

Salmo 9, 1-30
“Yo te alabo, Señor, con todo el corazón, Alef
Refiriendo tus numerosas maravillas.
En ti gozo y exulto
Y canto salmos a tu Nombre, Altísimo.
Cuando mis enemigos retroceden, Bet
Tropiezan y perecen ante tu presencia,
Pues tú llevas mi causa y mi litigio,
Sentado en tu tribunal de justo juez.
Tú repruebas a los pueblos, extirpas al impío Guimel
Y borras sus nombres para siempre:
Perece el enemigo en ruina sempiterna,
Arrasas sus ciudades, se pierde su recuerdo.
Pero el Señor se sienta para siempre, He
Apresta el tribunal para el juicio.
Gobierna el orbe con justicia
Y juzga las naciones rectamente.
El Señor es el torreón del oprimido, Vau
Su refugio en los momentos del aprieto.
En ti esperan los que saben de tu Nombre,
Pues tú no abandonas, Señor, al que te busca.
Celebrad al Señor que mora en Sion, Zain
Proclamad entre las gentes sus acciones.
Él recuerda el delito y pide cuentas,
Y no olvida el clamor del afligido.
Ten, Señor, piedad de mí, Jet
Observa mi pesar ante los que me aborrecen,
Elévame de las entradas de la muerte.
Así podre cantar tus alabanzas
A las puertas de la hija de Sion,
Y celebrar en júbilo tu auxilio.
Los gentiles naufragan en la fosa que hicieron, Tet
En la red que ocultaron se enmarañan sus pies.
Yahveh se manifiesta, lleva a cabo el proceso,
En las obras de sus manos cae preso el impío.
Los malvados retornan al seol, Yod
Y así todos los pueblos
Que se olvidan de Dios.
Él, cierto, no se olvida Kaf
Del pobre para siempre,
No se malogra por los siglos
La esperanza del humilde.
Levántate Yahveh, no se engría el humano;
A juicio las naciones ante ti.
Imponles tu temor,
Y que sepan los pueblos
Que solo son hombres.
¿Por qué, Señor, te tienes a distancia, Lamed
Te inhibes en los momentos del aprieto?
En la euforia del impío se consume el humilde
Y es cogido en la insidia que aquel trama.
El malvado se jacta en sus caprichos, Mem
Profiere maldición y desprecia al Señor.
Con el rostro altanero, no le busca; Nun
<<Dios no existe>>, es cuanto se le antoja.
Sus caminos prosperan sin cesar,
Tus juicios le están lejos
Y hace burla de todos sus rivales. Samek
En su interior se dice: <<Jamás sucumbiré Pe
Ni tendré nunca reveses>>.
Su boca está repleta
De maldición, de injurias y dolor;
Bajo su lengua, intrigas y maldad.
Apostado en los rincones de los barrios,
Da muerte ocultamente al inocente
Y acecha con el ojo al desvalido.
A escondidas pone trampas, cual león en madriguera,
Tiende insidias para cazar al afligido,
Le aprisiona, arrastrándole en sus redes.” Ain 
Salmo 33, 1-17.
“Bendeciré al Señor en todo tiempo, Alef
Sus alabanzas siempre en mi boca.
Mi alma se gloria en el Señor Bet
Y, al oírlo, se alegran los humildes.
Alabad conmigo al Señor, Guimel
Ensalcemos al unísono su Nombre.
Cuando busco al Señor, Él me responde Dalet
Y me libra de todos mis terrores.
Poned en Él los ojos, estad radiantes He
Y no tengáis los rostros abatidos.
Cuando el pobre lo invoca, Él lo escucha Zain
Y lo libra de todos sus aprietos.
El Ángel del Señor acampa en torno Jet
De los que le temen, y los salva.
Saboread y veréis  Tet
Cuán bueno es el Señor:
dichosos los que en Él buscan abrigo.
Adorad al Señor, sus elegidos, Yod
Que de nada carece el que le teme.
Los ricos se empobrecen, pasan hambre; Kaf
Mas, quien busca al Señor,
No carecerá de bien alguno.
Venid, hijos y escuchadme, Lamed
Que el temor del Señor quiero enseñaros.
¿Quién se complace en el vivir Mem
Y desea días largos, en que poder gozar del bien?.
Ten en guarda tu lengua de lo malo Nun
Y tus labios de palabras engañosas.
Alejado del mal, practica el bien, Samek
Busca la paz y ve tras ella.
Los ojos del Señor están sobre el justo, Ain
Su oído atento a su clamor;”
Salmo 36, 1-31.
“No te enojes por causa del impío Alef
Ni envidies al autor de iniquidad,
Pues presto como el heno languidecen
Como la hierba verde se marchitan.
Confía en el Señor y obra bien: Bet
Moraras en el país
Y de tu fidelidad tendrás contento.
Deja al Señor tus suertes,  Guimel
Y abandónate a Él, que Él obrara. 
Él pondrá en plena luz tu causa justa Dalet
Y en claror de mediodía, tus derechos.
Apacigua tu ira y no te enfades He
Ni te enojes, quizá para hacer mal.
Serán abatidos los malvados
Y el que espera en el Señor tendrá al país. 
Un poco, y el impío ya no existe; Vau
Si oteas sus parajes, ya no está.
Los humildes, en cambio, heredan el país
Y gozan de todo bien.
Maquinan los impíos contra el justo Zain
Y rechinan sus dientes contra él,
Pero el Señor se ríe ante sus cuentas,
Viendo llegar su día.
Desenvainan la espada los impíos, Jet
Tensan luego sus arcos,
Para abatir al pobre y desvalido
Y dar muerte a los justos.
Su espada se hundirá en su propio pecho,
Con sus arcos en trizas.
Vale más la migaja de los justos Tet
Que las riquezas del impío.
Los brazos del impío se quebrantan,
Mientras hallan los justos, sostén en el Señor.
Los días del perfecto, Él, los conoce, Yod
Su suerte es duradera.
En los tiempos infaustos no tendrá que avergonzarse,
Y en el día del hambre podrá gozar de hartura. 
Van, en cambio, a la ruina los impíos: Kaf
Como el verdor del campo
Fenecen los enemigos del Señor,
Disipándose en humo.
Pide el malo prestado y no devuelve, Lamed
Mas el justo se apiada y hace dones.
Aquellos que Él bendiga poseerán la tierra,
Los que Él maldice serán exterminados. 
El Señor afirma el paso del varón  Mem
En cuyas sendas se complace.
No quedara postrado, aunque cayere,
Pues el Señor lo tiene de su mano.
Fui joven y he llegado a la vejez, Nun
Y nunca vi al justo en desamparo
Ni a sus hijos mendigando el pan.
Siempre abierto a piedad, sabe prestar,
Y su estirpe es alabada.
Apártate del mal y haz el  bien, Samek
Y tendrás morada duradera,
Pues el Señor ama lo recto
Y no deja en la brecha a sus amigos.
Mientras estos perduran,
La raza del impío es extirpada. Ain
Los justos han de ser los herederos de la Tierra,
Y habitaran en ella para siempre.”
Salmo 110, 9.
 “Aleluya.
Alabare al Señor con todo el corazón, Alef
En el consejo de los justos Bet
Y en la plena asamblea.
Grandiosas son las obras del Señor, Guimel
Meditadas por todos Dalet
Cuantos tienen en ella sus contentos.
Su obrar es majestuoso y esplendente, He
Su justicia permanece por los siglos: Vau
Él hizo memorable sus portentos.  Zain
El Señor es bondadoso y compasivo, Jet
Da el sustento al que le teme Yod
Y recuerda por siempre su alianza.
A su pueblo revelo Kaf
La fuerza de sus obras,
Al darle la heredad de las naciones. Lamed
Las obras de sus manos, Mem 
Son leales y justas, Nun 
E indefectibles todos sus preceptos. Samek
Por los siglos, por siempre, Ain
Están establecidos,
Con verdad y equidad han sido hechos.”
Salmo 111,8.
“Aleluya.
Dichoso el hombre que teme al Señor Alef
Y tiene en sus mandatos sus contentos. Bet
Pujante en el país es su linaje, Guimel
Pues la estirpe del justo es bendecida. Dalet
En su casa hay riqueza y abundancia, He
Y su prosperidad subsiste para siempre. Vau
Es una luz para el justo en las tinieblas, Zain
El compasivo, clemente y bondadoso. Jet
Feliz el que se apiada y da prestado, Tet
Y el que rige su hacienda con justicia: Yod
Jamás fenecerá, Kaf
Es perdurable el recuerdo de los justos. Lamed
No tendrá que temer de malas nuevas: Mem
Su corazón seguro confía en el Señor. Nun
Su valor se mantiene, sin temer, Samek
Mientras ve  sus opresores confundidos." Ain
 
Salmo 118, 1-136.
“Dichosos los que, sin mancha en su conducta, Alef
La ley del Señor toman por guía;
Dichosos quienes observan sus avisos
Y lo buscan con todo el corazón,
Que no incurren en maldad
Y se guían por sus sendas.
Tú diste tus mandatos
A fin de que se cumplan con esmero:
Ojala que mis pasos sean firmes
En la guarda de tus leyes.
No quedare entonces defraudado
Por seguir tus dictados;
Con recto corazón te alabare,
Al aprender tus justas decisiones.
Tus mandatos yo, cierto, he de cumplirlos:
No me dejes por nada en abandono.
¿Cómo podrá un joven seguir el buen camino? Bet
Cumpliendo tu palabra.
Yo te busco con todo el corazón:
No permitas que me desvíe de tus mandatos;
En mi interior escondo tus palabras,
A fin de no pecar en tu presencia.
Bendito seas Señor,
Enséname tus leyes.
Con mis labios yo anuncio
Las decisiones todas de tu boca.
En seguir tus avisos tengo gozo,
Más que en toda riqueza.
Tus preceptos yo quiero meditarlos
Y fijarme en tus senderos.
En tus leyes me complazco:
Jamás me olvidare de tu palabra.
Haz merced a tu siervo: Guimel
Que yo viva y guarde tu palabra.
Destápame los ojos y que vea
Los misterios de tu ley.
Yo soy un peregrino por el mundo:
No me ocultes tus preceptos.
Mi alma se deshace de nostalgia
Hacia tus decisiones, de continuo.
Tú lanzas maldición a los soberbios
Que abandonan tus leyes.
Ahórrame el oprobio y la deshonra:
Yo observo tus avisos.
Aunque se unan los grandes y tramen contra mí,
Meditara tu siervo tus mandatos:
Yo tengo en tus avisos mis delicias,
Y ellos son mis consejeros.
Mi alma está tocando con el polvo: Dalet
Dame vida conforme a tu palabra.
Yo describo mi camino y tú me atiendes:
Adoctríname en tus instituciones;
Introdúceme al curso de tus leyes,
Que yo pueda rumiar tus maravillas.
Mi alma es toda llanto de pesar:
Susténtame, conforme a tu palabra.
Ahórrame las sendas mentirosas
Y hazme la gracia de tu ley.
Yo he elegido la senda de verdad
Y hago mío tus juicios;
Yo me apego a tu enseñanza:
No permitas, Señor, que me avergüence.
Correré por los caminos de tu ley,
Pues tú ensanchas mis entrañas.
Instrúyeme, Señor, en tus mandatos, He
Y yo los guardare hasta el final.
Dame saber y observare tu ley,
La guardare de todo corazón.
Encáuzame por la senda de tus leyes,
Que en ella me complazco.
Pon en mi inclinación a tus avisos
Y no a mi provecho.
Desvía mi mirada de lo vano
Y haz que viva en tus caminos.
Haz real en tu siervo la palabra
Que lleva a tu temor.
Aparta de mí el oprobio del recelo,
Pues tus decisiones son amables.
Mira mi amor a tus mandatos
Y hazme vivir en tu justicia.
Venga a mí, Señor, tu gracia Vau
Tu socorro conforme a tu promesa,
Y podre yo responder al que me insulta
Que fio en tu palabra.
No arranques de mi boca la palabra de verdad:
Yo confío en tus decretos,
Y he de guardar tu ley
Por siempre, eternamente.
Podre andar en la holgura,
Pues busco tus mandatos;
Podre hablar ante los reyes de tus revelaciones,
Sin tener que azararme.
Yo me complazco en tus preceptos
Y les tengo afección.
Bendigo tus prescripciones, que yo amo,
Y medito tus leyes.
Ten presente a tu siervo la promesa Zain
En que me has hecho que esperara.
En mis pesares tengo yo este consuelo:
Que tu palabra me da vida.
Los soberbios me toman a irrisión
Más de tu ley no me desvío;
Recuerdo tu juicio de otro tiempo,
Señor, y me consuelo.
Soy pasto del furor de los impíos
Que abandonan tu ley.
Tus preceptos me son como cantares
En la casa en que habito.
En la noche, Señor, me acuerdo de tu Nombre
Y hago guardia a tu ley.
Cuanto tengo está aquí:
Guardar tus mandamientos.
Mi destino, Señor, -yo lo proclamo-, Jet
Es guardar tus ordenanzas.
De corazón imploro tu favor:
Apiádate, conforme a tu promesa.
A reflexión someto mis senderos
Y retorno mis pies a tus avisos;
Me apresuro y no dudo
En observar tus mandamientos.
Los lazos del impío me rodean,
Más de tu ley, yo no me olvido.
Me levanto en medio de la noche
Para alabarte por tus justos decretos.
Soy amigo de todo el que te teme
Y observa tus mandatos.
De tus gracias, Señor, la tierra está repleta:
Instrúyeme en tus leyes.
Eres generoso con tu siervo, Tet
Conforme, Señor, a tu palabra.
Enséñame juicio y discreción:
Yo tengo fe en tus mandatos.
Primero de humillarme andaba errado,
Pero ahora retengo tu palabra.
Tú eres bueno y haces bien:
Enséñame tus leyes.
Los soberbios me embarran de mentiras, 
Más yo guardo tus leyes con amor,
su corazón es craso como el sebo,
mas para mi tu ley son mis delicias.
Saludable me ha sido la aflicción
Para aprender tus mandamientos.
Las leyes de tu boca cuestan más para mí
Que miles de moneda de oro y plata.
Tus manos me han creado y me han formado: Yod
Enséñame a comprender tus mandamientos.
Tus fieles me verán y gozaran
De que me haya acogido a tu palabra.
Yo sé, Señor, que tu juicio es justo
Y que tienes razón al afligirme.
Que tu piedad me alcance y viviré,
Tu ley son mis delicias.
Confúndase el soberbio que sin razón me aflige:
Yo rumio tus preceptos.
Que se vuelvan a mí los que te temen
Y podrán comprobar tus testimonios.
Que yo sea perfecto en tus mandatos,
Para no quedar avergonzado.
Mi alma desfallece por tu amparo, Kaf
Yo fio en tu palabra;
Mis ojos languidecen hacia tus promesas
Y digo: << ¿Cuándo vendrás a consolarme? >>.
Aun estando como odre puesto al humo,
No olvido tus preceptos.
¿Cuánto montan los días de tu siervo?
¿Cuándo harás tu juicio a mi opresor?
Ante mi excavan fosas los soberbios
En contra de tu ley.
Tus mandatos son todos lealtad:
Sin razón me persiguen; se mi ayuda.
Por muy poco me borran de la tierra,
Mas no abandono tus preceptos.
Por tu amor hazme vivir
Y observaré el aviso de tu boca.
Para siempre, Señor, Lamed
Subsiste en los cielos tu palabra;
Por todas las edades, tu verdad:
Tú fundaste la Tierra y se mantiene.
Conforme a tus decretos, perduran hasta hoy,
Porque todo se tiene a tu servicio.
Si en tu ley no tuviera mis delicias,
Hubiera perecido en mi miseria.
Jamás me olvidare de tus decretos,
Pues por ellos me das vida.
Tuyo soy, se tu mi auxilio,
Pues yo estudio tus preceptos.
Para ruina me acechan los malvados,
Mas yo prosigo absorto en tus avisos.
En toda perfección descubro límites,
Mas tus preceptos son vastos en extremo.
¡Como quiero yo tu ley! Mem
Ella es mi meditación de todo el día.
Sobre mis enemigos me hacen sabio tus mandatos,
Pues siempre están conmigo;
Aventajo en saber a mis maestros,
Por meditar en tus revelaciones;
Penetro más allá que los ancianos,
Por guardar tus preceptos.
De todo mal camino retengo yo mis pies,
Por obedecer a tu palabra.
De tus juicios no disiento,
Pues eres tú el que me enseña.
¡Cuán suaves al paladar son tus palabras,
Más que miel a la boca!
A través de tus mandatos yo comprendo
Y aborrezco el camino de mentira.
Tu palabra es el faro de mis pies Nun
Y una luz en mi senda.
Yo hice juramento, y lo mantengo,
De observar tus justas decisiones.
Harto grande es mi pena:
Dame, Señor, la vida, conforme a tu palabra.
Acepta, Señor, la oferta de mi boca
Y dame a conocer tus decisiones.
Mi vida está en mi mano expuesta de continuo,
Más no me olvido de tu ley.
Los impíos me ponen asechanzas,
Más de tu ley no me desvío.
Mi heredad serán por siempre tus avisos,
Ellos son la alegría de mi alma.
Inclino el corazón a practicar tus leyes,
Por siempre, hasta el final.
Yo aborrezco los equívocos, Samek
Y a tu ley tengo afecto.
Tú eres mi abrigo y tú, mi escudo,
Yo fio en tu palabra.
Apartaos de mí, los malhechores,
Yo cumplo los preceptos de mi Dios.
Sostenme, según tú promesa, y viviré,
No expongas a bochorno mi esperanza,
Mantenme y seré salvo,
Tendré siempre a mi vista tus preceptos.
Al que deja tus leyes lo desechas,
Su astucia es engañosa.
Como escoria remueves al impío,
Y así tengo yo amor a tus avisos.
Ante ti mi pavor mi carne se estremece
Y temo tus juicios.
Yo practico derecho y rectitud: Ain
No me des al poder del enemigo.
Garantiza a tu siervo para bien,
Que no me opriman los soberbios.
Mis ojos languidecen por tu auxilio,
Por tu palabra recta.
Conforme a tu bondad trata a tu siervo
Y dame a conocer tus ordenanzas.
Yo soy tu servidor: dame sentido
Y que pueda gustar tus testimonios.
Es el tiempo de obrar para el Señor:
Se ha conculcado tu ley.
Así tengo yo amor a tus mandatos,
Por encima del oro más precioso.
Por eso me dirijo por todos tus preceptos
Y aborrezco el camino de mentira.”