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lunes, 6 de marzo de 2017

Nacimiento e infancia de Jesús. Lo dicho en los 3 Evangelios sinópticos: Mateo, Lucas y Juan.



“Al principio existía la Palabra
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Ella existía al principio junto a Dios.
Todo existió por medio de ella,
y sin ella nada existió de cuanto existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres;
la luz brilló en las tinieblas,
y las tinieblas no la comprendieron.”
(Juan, 1:1-5)

Antes del nacimiento de Jesús

Siendo Herodes rey de Judea, a uno de los sacerdotes del Templo llamado Zacarías y cuya esposa era Isabel, se le presentó el ángel del Señor y le dijo:
“No temas Zacarías que tu petición ha sido escuchada, tu mujer Isabel te dará un hijo, a quien llamarás Juan. Te llenará de gozo y alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento. Será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor. Estará lleno de Espíritu Santo desde el vientre materno y convertirá a muchos israelitas al Señor su Dios. Irá por delante, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos, a los rebeldes con la sabiduría de los honrados; así preparará para el Señor un pueblo bien dispuesto.” (Lucas, 1:13-17)

Seis meses después, se le presentó el ángel Gabriel a una virgen llamada María casada con José y le dijo:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” Ante el asombro de María, el ángel continuó: “No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, para que reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reino no tenga fin.” (Lucas, 1:26-33)

María preguntó: “¿Cómo sucederá eso si no convivo con un hombre?” La respuesta del ángel fue:
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios. Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que se consideraba estéril está ya de seis meses. Porque nada es imposible para Dios. ”

María dice: “Yo soy la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra.” (Lucas, 1:26-38) 

Conociendo María el embarazo de su prima Isabel, va a visitarla. Cuando Isabel la ve, le dice:
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre. ¡Dichosa tú que creíste! Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció.” (Lucas, 1: 42-45)

El nacimiento

Debido al censo ordenado por el emperador Augusto para que todos se registraran en su ciudad de nacimiento, José sube con María ya embarazada, a Belén de Judea. “Estando ellos allí, le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no habían encontrado sitio en la posada.” (Lucas, 2:6-7)

En estos momentos, a unos pastores, se les presentó un ángel del Señor y les dijo:
“No teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy les ha nacido en la ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” (Lucas, 2:10-12)  

Otros ángeles se unieron al ángel del Señor y cantaron:
“Gloria a Dios en lo alto
y en la tierra paz
a los hombres amados por Él.”
(Lucas, 2: 10-14)

El niño fue adorado y reconocido como Rey, tanto por los pastores, como por los reyes magos que venían de oriente guiados por una estrella. Pero también fue perseguido desde su nacimiento, pues el rey Herodes atemorizado por el nacimiento del “rey de los judíos” encargó a los reyes magos: “Averigüen con precisión lo referente al niño y cuando lo encuentren avísenme, para que yo también vaya a adorarle.” (Mateo, 2:8)

Cuando los reyes magos llegaron al lugar del nacimiento: “Entraron en la casa, vieron al niño con su madre, María, y postrándose le adoraron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalos: oro, incienso y mirra.” (Mateo, 2:11)

Y, “Después, advertidos por un sueño de que no volvieran a casa de Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.” (Mateo, 2:12)

Luego, un ángel del Señor se le presentó a José en sueños y dijo:
“Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.” (Mateo, 2:13)

La Sagrada Familia, huye hacia Egipto, mientras Herodes enfurecido, mandó a matar a los niños menores de dos años de Belén.

Infancia de Jesús

Cuando Herodes fallece, se le presenta nuevamente el ángel del Señor a José y le indica:
“Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel, pues han muerto los que atentaban con la vida del niño.” (Mateo, 2:20)

Cuando José supo que el hijo de Herodes era el nuevo rey de Judea, tuvo miedo y por lo que le fue revelado en sueños, partieron a Nazaret, provincia de Galilea.
“Al octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido.” (Lucas, 2:21)

En el momento en el que Jesús fue llevado al Templo por José y María, se les presentó Simeón, “hombre honrado y piadoso”, a quien el espíritu Santo le había avisado que iba a ver al Mesías.
“Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: - Ahora, Señor, según tu palabra, puedes dejar que tu sirviente muera en paz porque mis ojos han visto a tu Salvador, que has dispuesto ante todos los pueblos como luz para iluminar a los paganos y como gloria de tu pueblo Israel.” (Lucas, 2:28-32)

También bendijo a José y a María, y dijo a María:
“Mira, este niño está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten; será signo de contradicción y así se manifestarán claramente los pensamientos de todos. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón.” (Lucas, 2:34-35)

Cuando Jesús cumplió los doce años, fueron a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Mientras sus padres, iban de regreso, Jesús se quedó en el Templo, José y María no se percataron que Jesús no iba con ellos. Como no lo encontraron, regresaron a Jerusalén y a los tres días lo encontraron en el Templo con los doctores de la ley. “Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas.” (Lucas, 2: 47)

María le dijo:
“-Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. Él replicó: - ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?
Ellos no entendieron lo que les dijo. Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Jesús crecía en el saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.” (Lucas, 2:48-52) 



"El Alma es la sangre de todo ser viviente"

"Si un hombre de Israel o de los forasteros que viven en medio de ustedes come cualquier clase de sangre, aborreceré a esta persona que come sangre y la exterminare. Porque el alma de todo ser viviente está en su sangre, y Yo les di la sangre para que la lleven al altar para el rescate de sus almas, pues esta sangre paga la deuda del alma. Por eso he dicho a los hijos de Israel: "Ninguno de ustedes comerá sangre, ni tampoco el forastero que viva entre ustedes."
Si un hombre de Israel, o alguno de los extranjeros que viven en medio de ustedes, caza a un animal o ave que está permitido comer, derramara su sangre y la cubrirá con tierra. Porque la sangre de todo ser viviente es su misma alma. Por eso mande a los hijos de Israel: "No comerán la sangre de ningún animal, pues la sangre es su alma misma." Quien la coma será eliminado.  
Toda persona nacida en el país, o todo forastero que haya comido carne de animal muerto o destrozado deberán lavar sus vestidos y bañarse en agua, y quedara impuro hasta la tarde; después será puro. Si no los lava ni se baña, cargara con su falta." Levítico 17, 10.
Es por ello que Jesús nos salva, porque ofrece su sangre por nosotros:
"Mientras comían, Jesús tomo pan, pronuncio la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman; esto es mi cuerpo". Después tomo una copa, dio gracias y se las paso diciendo: "Beban todos de ella:" esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada por muchos, para el perdón de sus pecados." Palabra de Jesús en Evangelio de Mateo 26, 26-28.