“Con toda normalidad se vivía la vida,
entre juegos, música y comidas.
Hasta que un aviso de la justicia se hace presente.
Es la justicia del Dios que llega inevitablemente.
Aquel árbol que se veía majestuoso, de raíces tan grandes
como otro árbol,
fue arrancado desde sus cimientos.
La casa que se veía majestuosa, grande y con nombres
grabados,
está abandonada, no tiene fundamentos, siempre flotó en el
agua.
Volando me lleva El Nazareno a un templo, templo oscuro y
casi abandonado.
Allí reside uno vestido de blanco impecable, está oculto
detrás de cortinas rotas e improvisadas.
La cortina es abierta por la Luz violeta. La cara de terror
antecede al final. ”
(18/03/2017)