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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Tau






 NOMBRE DE LETRA
#
DESCRIPCION
SIGNIFICADO
22
Taw/Tau
400
Palos cruzados
Señal/Marca/Pacto

Salmo 9, 1-38
“Yo te alabo, Señor, con todo el corazón, Alef
Refiriendo tus numerosas maravillas.
En ti gozo y exulto
Y canto salmos a tu Nombre, Altísimo.
Cuando mis enemigos retroceden, Bet
Tropiezan y perecen ante tu presencia,
Pues tú llevas mi causa y mi litigio,
Sentado en tu tribunal de justo juez.
Tú repruebas a los pueblos, extirpas al impío Guimel
Y borras sus nombres para siempre:
Perece el enemigo en ruina sempiterna,
Arrasas sus ciudades, se pierde su recuerdo.
Pero el Señor se sienta para siempre, He
Apresta el tribunal para el juicio.
Gobierna el orbe con justicia
Y juzga las naciones rectamente.
El Señor es el torreón del oprimido, Vau
Su refugio en los momentos del aprieto.
En ti esperan los que saben de tu Nombre,
Pues tú no abandonas, Señor, al que te busca.
Celebrad al Señor que mora en Sion, Zain
Proclamad entre las gentes sus acciones.
Él recuerda el delito y pide cuentas,
Y no olvida el clamor del afligido.
Ten, Señor, piedad de mí, Jet
Observa mi pesar ante los que me aborrecen,
Elévame de las entradas de la muerte.
Así podre cantar tus alabanzas
A las puertas de la hija de Sion,
Y celebrar en júbilo tu auxilio.
Los gentiles naufragan en la fosa que hicieron, Tet
En la red que ocultaron se enmarañan sus pies.
Yahveh se manifiesta, lleva a cabo el proceso,
En las obras de sus manos cae preso el impío.
Los malvados retornan al seol, Yod
Y así todos los pueblos
Que se olvidan de Dios.
Él, cierto, no se olvida Kaf
Del pobre para siempre,
No se malogra por los siglos
La esperanza del humilde.
Levántate Yahveh, no se engría el humano;
A juicio las naciones ante ti.
Imponles tu temor,
Y que sepan los pueblos
Que solo son hombres.
¿Por qué, Señor, te tienes a distancia, Lamed
Te inhibes en los momentos del aprieto?
En la euforia del impío se consume el humilde
Y es cogido en la insidia que aquel trama.
El malvado se jacta en sus caprichos, Mem
Profiere maldición y desprecia al Señor.
Con el rostro altanero, no le busca; Nun
<<Dios no existe>>, es cuanto se le antoja.
Sus caminos prosperan sin cesar,
Tus juicios le están lejos
Y hace burla de todos sus rivales. Samek
En su interior se dice: <<Jamás sucumbiré Pe
Ni tendré nunca reveses>>.
Su boca está repleta
De maldición, de injurias y dolor;
Bajo su lengua, intrigas y maldad.
Apostado en los rincones de los barrios,
Da muerte ocultamente al inocente
Y acecha con el ojo al desvalido.
A escondidas pone trampas, cual león en madriguera,
Tiende insidias para cazar al afligido,
Le aprisiona, arrastrándole en sus redes. Ain
Los abate, los postra Sade
Y se deja caer con todo el peso
Contra los desvalidos.
En su interior se dice: <<Dios se olvida,
Tiene oculto su rostro y no vera jamás>>.
Levántate, Yahveh, Qof
Eleva, Dios, tu mano.
¿Por qué a de desdeñar a Dios el descreído,
Decir en su interior: <<No pide cuentas>>.
Tú mismo puedes ver, Res
Observar el pesar y la aflicción y tomarlos en tus manos.
A ti el pobre se abandona,
Al huérfano eres tu quien le socorre.
Rompe el brazo del impío, Sin
Exige de su mal las cuentas al malvado
Y que ya ni se le encuentre.
Yahveh reina por los siglos:
Fenecen los gentiles alejados de su tierra.
El anhelo de los pobres tú lo sientes, Señor; Tau
Confórtalos y atiéndelos,
Vengando los derechos del huérfano y del débil,
Y no siembre más terror el hombre de la tierra.”
Salmo 33, 1-23.
“Bendeciré al Señor en todo tiempo, Alef
Sus alabanzas siempre en mi boca.
Mi alma se gloria en el Señor Bet
Y, al oírlo, se alegran los humildes.
Alabad conmigo al Señor, Guimel
Ensalcemos al unísono su Nombre.
Cuando busco al Señor, Él me responde Dalet
Y me libra de todos mis terrores.
Poned en Él los ojos, estad radiantes He
Y no tengáis los rostros abatidos.
Cuando el pobre lo invoca, Él lo escucha Zain
Y lo libra de todos sus aprietos.
El Ángel del Señor acampa en torno Jet
De los que le temen, y los salva.
Saboread y veréis  Tet
Cuán bueno es el Señor:
dichosos los que en Él buscan abrigo.
Adorad al Señor, sus elegidos, Yod
Que de nada carece el que le teme.
Los ricos se empobrecen, pasan hambre; Kaf
Mas, quien busca al Señor,
No carecerá de bien alguno.
Venid, hijos y escuchadme, Lamed
Que el temor del Señor quiero enseñaros.
¿Quién se complace en el vivir Mem
Y desea días largos, en que poder gozar del bien?.
Ten en guarda tu lengua de lo malo Nun
Y tus labios de palabras engañosas.
Alejado del mal, practica el bien, Samek
Busca la paz y ve tras ella.
Los ojos del Señor están sobre el justo, Ain
Su oído atento a su clamor;
Pero su ceño se posa en los malvados Pe
Para borrar del mundo su memoria.
Claman aquellos y Él escucha Sade
Y los libra de todos sus pesares.
Cercano al afligido está el Señor, Qof
Él levanta al de espíritu abatido.
Grandes son los males de los justos, Res
Y Él los salva de todos.
El preserva sus huesos, Sin
Sin que ninguno de entre ellos se fracture.
El impío perece en su maldad, Tau
El que aborrece al justo es inculpado;
El Señor rescata a sus servidores:
Los que acuden a Él no penaran.”
Salmo 36, 1-40.
“No te enojes por causa del impío Alef
Ni envidies al autor de iniquidad,
Pues presto como el heno languidecen
Como la hierba verde se marchitan.
Confía en el Señor y obra bien: Bet
Moraras en el país
Y de tu fidelidad tendrás contento.
Deja al Señor tus suertes,  Guimel
Y abandónate a Él, que Él obrara. 
Él pondrá en plena luz tu causa justa Dalet
Y en claror de mediodía, tus derechos.
Apacigua tu ira y no te enfades He
Ni te enojes, quizá para hacer mal.
Serán abatidos los malvados
Y el que espera en el Señor tendrá al país. 
Un poco, y el impío ya no existe; Vau
Si oteas sus parajes, ya no está.
Los humildes, en cambio, heredan el país
Y gozan de todo bien.
Maquinan los impíos contra el justo Zain
Y rechinan sus dientes contra él,
Pero el Señor se ríe ante sus cuentas,
Viendo llegar su día.
Desenvainan la espada los impíos, Jet
Tensan luego sus arcos,
Para abatir al pobre y desvalido
Y dar muerte a los justos.
Su espada se hundirá en su propio pecho,
Con sus arcos en trizas.
Vale más la migaja de los justos Tet
Que las riquezas del impío.
Los brazos del impío se quebrantan,
Mientras hallan los justos, sostén en el Señor.
Los días del perfecto, Él, los conoce, Yod
Su suerte es duradera.
En los tiempos infaustos no tendrá que avergonzarse,
Y en el día del hambre podrá gozar de hartura. 
Van, en cambio, a la ruina los impíos: Kaf
Como el verdor del campo
Fenecen los enemigos del Señor,
Disipándose en humo.
Pide el malo prestado y no devuelve, Lamed
Mas el justo se apiada y hace dones.
Aquellos que Él bendiga poseerán la tierra,
Los que Él maldice serán exterminados. 
El Señor afirma el paso del varón  Mem
En cuyas sendas se complace.
No quedara postrado, aunque cayere,
Pues el Señor lo tiene de su mano.
Fui joven y he llegado a la vejez, Nun
Y nunca vi al justo en desamparo
Ni a sus hijos mendigando el pan.
Siempre abierto a piedad, sabe prestar,
Y su estirpe es alabada.
Apártate del mal y haz el  bien, Samek
Y tendrás morada duradera,
Pues el Señor ama lo recto
Y no deja en la brecha a sus amigos.
Mientras estos perduran,
La raza del impío es extirpada. Ain
Los justos han de ser los herederos de la Tierra,
Y habitaran en ella para siempre.
La boca del perfecto conversa sabiamente, Pe
Su lengua habla lo justo;
Lleva en su corazón la ley de Dios,
Y sus pasos no vacilan.
Al acecho del justo está el impío, Sade
Buscando como pueda darle muerte;
Mas el Señor no lo abandona a su poder
Ni deja que en el juicio lo condenen.
Espera en el Señor y guarda sus caminos, Qof
Y Él te encumbrara hasta la herencia de la Tierra;
Podrás ver con tus ojos la ruina del impío.
Vi al impío infundir miedo, Res
Expandirse como árbol floreciente;
Pase luego, y halle que ya no estaba,
Lo busque, mas ya no pude dar con él.
Conserva la inocencia y mira rectamente, Sin
Pues hay un porvenir para el perfecto;
Los culpables serán a una exterminados
Y su posteridad será extirpada.
El auxilio del justo es el Señor, Tau
Su refugio en la hora del aprieto.
El Señor lo recorre y lo rescata,
Lo libra del impío y lo preserva,
Por haber buscado en Él refugio.”
Salmo 110, 10.
 “Aleluya.
Alabare al Señor con todo el corazón, Alef
En el consejo de los justos Bet
Y en la plena asamblea.
Grandiosas son las obras del Señor, Guimel
Meditadas por todos Dalet
Cuantos tienen en ella sus contentos.
Su obrar es majestuoso y esplendente, He
Su justicia permanece por los siglos: Vau
Él hizo memorable sus portentos.  Zain
El Señor es bondadoso y compasivo, Jet
Da el sustento al que le teme Yod
Y recuerda por siempre su alianza.
A su pueblo revelo Kaf
La fuerza de sus obras,
Al darle la heredad de las naciones. Lamed
Las obras de sus manos, Mem
Son leales y justas, Nun
E indefectibles todos sus preceptos. Samek
Por los siglos, por siempre, Ain
Están establecidos,
Con verdad y equidad han sido hechos.
Él envía a su pueblo redención, Pe
Y prescribe su pacto por los siglos, Sade
Él, el Santo y terrible por su Nombre. Qof
El temor del Señor es el principio  Res
de la sabiduría;
bien avisados son los que lo siguen: Sin
su alabanza subsiste eternamente.” Tau
Salmo 111,10.
“Aleluya.
Dichoso el hombre que teme al Señor Alef
Y tiene en sus mandatos sus contentos. Bet
Pujante en el país es su linaje, Guimel
Pues la estirpe del justo es bendecida. Dalet
En su casa hay riqueza y abundancia, He
Y su prosperidad subsiste para siempre. Vau
Es una luz para el justo en las tinieblas, Zain
El compasivo, clemente y bondadoso. Jet
Feliz el que se apiada y da prestado, Tet
Y el que rige su hacienda con justicia: Yod
Jamás fenecerá, Kaf
Es perdurable el recuerdo de los justos. Lamed
No tendrá que temer de malas nuevas: Mem
Su corazón seguro confía en el Señor. Nun
Su valor se mantiene, sin temer, Samek
Mientras ve sus opresores confundidos. Ain
Generoso hace dones a los pobres, Pe
Y su prosperidad permanece para siempre: Sade
Su frente habrá de erguirse con honor.
El impío al mirarlo, siente enojo, Res
Rechinando sus dientes, se consume, Sin
Pues sus propios afanes se malogran.” Tau
 
Salmo 118, 1-176.
“Dichosos los que, sin mancha en su conducta, Alef
La ley del Señor toman por guía;
Dichosos quienes observan sus avisos
Y lo buscan con todo el corazón,
Que no incurren en maldad
Y se guían por sus sendas.
Tú diste tus mandatos
A fin de que se cumplan con esmero:
Ojala que mis pasos sean firmes
En la guarda de tus leyes.
No quedare entonces defraudado
Por seguir tus dictados;
Con recto corazón te alabare,
Al aprender tus justas decisiones.
Tus mandatos yo, cierto, he de cumplirlos:
No me dejes por nada en abandono.
¿Cómo podrá un joven seguir el buen camino? Bet
Cumpliendo tu palabra.
Yo te busco con todo el corazón:
No permitas que me desvíe de tus mandatos;
En mi interior escondo tus palabras,
A fin de no pecar en tu presencia.
Bendito seas Señor,
Enséname tus leyes.
Con mis labios yo anuncio
Las decisiones todas de tu boca.
En seguir tus avisos tengo gozo,
Más que en toda riqueza.
Tus preceptos yo quiero meditarlos
Y fijarme en tus senderos.
En tus leyes me complazco:
Jamás me olvidare de tu palabra.
Haz merced a tu siervo: Guimel
Que yo viva y guarde tu palabra.
Destápame los ojos y que vea
Los misterios de tu ley.
Yo soy un peregrino por el mundo:
No me ocultes tus preceptos.
Mi alma se deshace de nostalgia
Hacia tus decisiones, de continuo.
Tú lanzas maldición a los soberbios
Que abandonan tus leyes.
Ahórrame el oprobio y la deshonra:
Yo observo tus avisos.
Aunque se unan los grandes y tramen contra mí,
Meditara tu siervo tus mandatos:
Yo tengo en tus avisos mis delicias,
Y ellos son mis consejeros.
Mi alma está tocando con el polvo: Dalet
Dame vida conforme a tu palabra.
Yo describo mi camino y tú me atiendes:
Adoctríname en tus instituciones;
Introdúceme al curso de tus leyes,
Que yo pueda rumiar tus maravillas.
Mi alma es toda llanto de pesar:
Susténtame, conforme a tu palabra.
Ahórrame las sendas mentirosas
Y hazme la gracia de tu ley.
Yo he elegido la senda de verdad
Y hago mío tus juicios;
Yo me apego a tu enseñanza:
No permitas, Señor, que me avergüence.
Correré por los caminos de tu ley,
Pues tú ensanchas mis entrañas.
Instrúyeme, Señor, en tus mandatos, He
Y yo los guardare hasta el final.
Dame saber y observare tu ley,
La guardare de todo corazón.
Encáuzame por la senda de tus leyes,
Que en ella me complazco.
Pon en mi inclinación a tus avisos
Y no a mi provecho.
Desvía mi mirada de lo vano
Y haz que viva en tus caminos.
Haz real en tu siervo la palabra
Que lleva a tu temor.
Aparta de mí el oprobio del recelo,
Pues tus decisiones son amables.
Mira mi amor a tus mandatos
Y hazme vivir en tu justicia.
Venga a mí, Señor, tu gracia Vau
Tu socorro conforme a tu promesa,
Y podre yo responder al que me insulta
Que fio en tu palabra.
No arranques de mi boca la palabra de verdad:
Yo confío en tus decretos,
Y he de guardar tu ley
Por siempre, eternamente.
Podre andar en la holgura,
Pues busco tus mandatos;
Podre hablar ante los reyes de tus revelaciones,
Sin tener que azararme.
Yo me complazco en tus preceptos
Y les tengo afección.
Bendigo tus prescripciones, que yo amo,
Y medito tus leyes.
Ten presente a tu siervo la promesa Zain
En que me has hecho que esperara.
En mis pesares tengo yo este consuelo:
Que tu palabra me da vida.
Los soberbios me toman a irrisión
Más de tu ley no me desvío;
Recuerdo tu juicio de otro tiempo,
Señor, y me consuelo.
Soy pasto del furor de los impíos
Que abandonan tu ley.
Tus preceptos me son como cantares
En la casa en que habito.
En la noche, Señor, me acuerdo de tu Nombre
Y hago guardia a tu ley.
Cuanto tengo está aquí:
Guardar tus mandamientos.
Mi destino, Señor, -yo lo proclamo-, Jet
Es guardar tus ordenanzas.
De corazón imploro tu favor:
Apiádate, conforme a tu promesa.
A reflexión someto mis senderos
Y retorno mis pies a tus avisos;
Me apresuro y no dudo
En observar tus mandamientos.
Los lazos del impío me rodean,
Más de tu ley, yo no me olvido.
Me levanto en medio de la noche
Para alabarte por tus justos decretos.
Soy amigo de todo el que te teme
Y observa tus mandatos.
De tus gracias, Señor, la tierra está repleta:
Instrúyeme en tus leyes.
Eres generoso con tu siervo, Tet
Conforme, Señor, a tu palabra.
Enséñame juicio y discreción:
Yo tengo fe en tus mandatos.
Primero de humillarme andaba errado,
Pero ahora retengo tu palabra.
Tú eres bueno y haces bien:
Enséñame tus leyes.
Los soberbios me embarran de mentiras, 
Más yo guardo tus leyes con amor,
su corazón es craso como el sebo,
mas para mi tu ley son mis delicias.
Saludable me ha sido la aflicción
Para aprender tus mandamientos.
Las leyes de tu boca cuestan más para mí
Que miles de moneda de oro y plata.
Tus manos me han creado y me han formado: Yod
Enséñame a comprender tus mandamientos.
Tus fieles me verán y gozaran
De que me haya acogido a tu palabra.
Yo sé, Señor, que tu juicio es justo
Y que tienes razón al afligirme.
Que tu piedad me alcance y viviré,
Tu ley son mis delicias.
Confúndase el soberbio que sin razón me aflige:
Yo rumio tus preceptos.
Que se vuelvan a mí los que te temen
Y podrán comprobar tus testimonios.
Que yo sea perfecto en tus mandatos,
Para no quedar avergonzado.
Mi alma desfallece por tu amparo, Kaf
Yo fio en tu palabra;
Mis ojos languidecen hacia tus promesas
Y digo: << ¿Cuándo vendrás a consolarme? >>.
Aun estando como odre puesto al humo,
No olvido tus preceptos.
¿Cuánto montan los días de tu siervo?
¿Cuándo harás tu juicio a mi opresor?
Ante mi excavan fosas los soberbios
En contra de tu ley.
Tus mandatos son todos lealtad:
Sin razón me persiguen; se mi ayuda.
Por muy poco me borran de la tierra,
Mas no abandono tus preceptos.
Por tu amor hazme vivir
Y observaré el aviso de tu boca.
Para siempre, Señor, Lamed
Subsiste en los cielos tu palabra;
Por todas las edades, tu verdad:
Tú fundaste la Tierra y se mantiene.
Conforme a tus decretos, perduran hasta hoy,
Porque todo se tiene a tu servicio.
Si en tu ley no tuviera mis delicias,
Hubiera perecido en mi miseria.
Jamás me olvidare de tus decretos,
Pues por ellos me das vida.
Tuyo soy, se tu mi auxilio,
Pues yo estudio tus preceptos.
Para ruina me acechan los malvados,
Mas yo prosigo absorto en tus avisos.
En toda perfección descubro límites,
Mas tus preceptos son vastos en extremo.
¡Como quiero yo tu ley! Mem
Ella es mi meditación de todo el día.
Sobre mis enemigos me hacen sabio tus mandatos,
Pues siempre están conmigo;
Aventajo en saber a mis maestros,
Por meditar en tus revelaciones;
Penetro más allá que los ancianos,
Por guardar tus preceptos.
De todo mal camino retengo yo mis pies,
Por obedecer a tu palabra.
De tus juicios no disiento,
Pues eres tú el que me enseña.
¡Cuán suaves al paladar son tus palabras,
Más que miel a la boca!
A través de tus mandatos yo comprendo
Y aborrezco el camino de mentira.
Tu palabra es el faro de mis pies Nun
Y una luz en mi senda.
Yo hice juramento, y lo mantengo,
De observar tus justas decisiones.
Harto grande es mi pena:
Dame, Señor, la vida, conforme a tu palabra.
Acepta, Señor, la oferta de mi boca
Y dame a conocer tus decisiones.
Mi vida está en mi mano expuesta de continuo,
Más no me olvido de tu ley.
Los impíos me ponen asechanzas,
Más de tu ley no me desvío.
Mi heredad serán por siempre tus avisos,
Ellos son la alegría de mi alma.
Inclino el corazón a practicar tus leyes,
Por siempre, hasta el final.
Yo aborrezco los equívocos, Samek
Y a tu ley tengo afecto.
Tú eres mi abrigo y tú, mi escudo,
Yo fio en tu palabra.
Apartaos de mí, los malhechores,
Yo cumplo los preceptos de mi Dios.
Sostenme, según tú promesa, y viviré,
No expongas a bochorno mi esperanza,
Mantenme y seré salvo,
Tendré siempre a mi vista tus preceptos.
Al que deja tus leyes lo desechas,
Su astucia es engañosa.
Como escoria remueves al impío,
Y así tengo yo amor a tus avisos.
Ante ti mi pavor mi carne se estremece
Y temo tus juicios.
Yo practico derecho y rectitud: Ain
No me des al poder del enemigo.
Garantiza a tu siervo para bien,
Que no me opriman los soberbios.
Mis ojos languidecen por tu auxilio,
Por tu palabra recta.
Conforme a tu bondad trata a tu siervo
Y dame a conocer tus ordenanzas.
Yo soy tu servidor: dame sentido
Y que pueda gustar tus testimonios.
Es el tiempo de obrar para el Señor:
Se ha conculcado tu ley.
Así tengo yo amor a tus mandatos,
Por encima del oro más precioso.
Por eso me dirijo por todos tus preceptos
Y aborrezco el camino de mentira.
Tus testimonios son maravillosos, Pe
Por eso yo los guardo;
La instrucción en tus dichos ilumina,
Da juicio a los sencillos.
La boca abro y aspiro,
De anhelo hacia tus leyes.
Vuélvete a mí y acógeme en tu gracia,
Según haces con quien ama tu nombre.
Asegura mi paso en tus palabras
Y que nada perverso me domine.
Sálvame del abuso de los hombres:
Guardare tus preceptos.
Haz brillar tu presencia ante tu siervo
Y enséname tus leyes.
Ríos de agua descienden de mis ojos
De que tu ley no sea observada.
Tú eres justo, Señor, Sade
Y tus juicios rectos;
Tú prescribes avisos con razón
Y con toda verdad.
Mi celo me consume
De ver que el enemigo olvida tus dictados.
Tu palabra está bien acrisolada
Y tu siervo la mira con amor.
Poca cosa soy yo y despreciable,
Más no olvido tus decretos.
Tu justicia es eterna
Y tu ley es verdad.
Si el pesar y la angustia dan conmigo,
En tus leyes encuentro mis delicias.
Tus avisos son siempre rectitud:
Hazme sabio y que viva.
De corazón te invoco; respóndeme, Señor: Qof
Cumpliré tus decretos.
A ti clamo, socórreme:
Guardare tus avisos.
Al alba me levanto para invocar tu ayuda:
Yo fio en tu palabra;
Mis ojos anticipan las vigilias,
A fin de meditar en tu promesa.
Escucha mi clamor, según tu amor;
Dame vida, Señor, conforme a tu decreto.
Mi enemigo se asocia con el mal,
Se aleja de tu ley.
Tú, Señor, estas cerca
Y todos tus preceptos son leales.
Hace tiempo conozco tus avisos,
Que tú tienes fijados para siempre.
Considera mi pena y ponme a salvo: Res
Yo no tengo tu ley en el olvido.
Propugna mi derecho, rescatándome,
Y según tu promesa dame vida.
Lejano del malvado está el auxilio,
Pues no busca tu ley.
Tus piedades, Señor, son numerosas:
Conforme a tu decreto, dame vida.
Muchos son mis enemigos y opresores,
Pero yo no me desvío de tu ley.
Cuando veo traidores, me da tedio
De que no guarden tu palabra.
Considera como yo amo tus decretos
Y por tu amor, Señor, haz que yo viva.
En tu palabra se resume la verdad
Y tus justos decretos son eternos.
Los grandes me persiguen sin razón, Sin
Mas mi corazón teme tus dichos.
Estoy de tus promesas tan gozoso
Como el que encuentra un gran botín.
Desprecio la falacia y la abomino,
Tengo afecto a tu ley.
Siete veces al día te bendigo
Por tus justos decretos.
Para el que ama tu ley es todo paz,
No conoce tropiezo,
Yo confío, Señor, en tu socorro,
Mientras cumplo tus leyes.
Tus avisos yo los guardo
Y les tengo gran amor.
Observo tus decretos y tus leyes,
Mis caminos te están todos delante.
Que mi queja, Señor, llegue hasta ti, Tau
Dame saber conforme a tu palabra;
Que mi plegaria alcance a tu presencia,
Según tus promesas, ponme en salvo.
Que mis labios publiquen tu alabanza,
Pues me enseñas tus mandatos,
Que mi lengua se haga eco de tus dichos,
Pues tus leyes son perfectas.
Que tu mano este presta a socorrerme,
Pues yo elijo tus dictados.
Yo suspiro, Señor, por tu socorro,
Y tu ley constituye mis delicias.
Viva yo para alabarte,
Y que tus decisiones me defiendan.
Como oveja perdida estoy errante:
Ven en busca de tu siervo,
Yo de tus mandatos no me olvido.”
Amen.