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miércoles, 3 de mayo de 2017

Compartiendo El Alimento de Dios


“Prendido de tu amor, Oh! Dios me siento, y me encuentro.

Siento que de mi cuerpo, fluyen manantiales de agradecimientos y de amor por ti.

Solo espero que amanezca para alabarte, bendecirte y agradecerte.

Me duermo alabándote y me levanto en lo mismo.

Tú eres mi alimento y mi aliento.

Cada latido de mi corazón marca tú tiempo, tus pasos.

No hay paso que dé, sin consultarte.

No porque no crea en mí,

Más bien creo es en ti.

Pasos falsos no quiero dar,

Solo lo que hago es revisar, una y otra vez, tus pasos.

Los leo y los releo.

Los medito una y otra vez.

Aparte de lo que me has indicado,

¿Qué más, mi Dios, esperas de mí?

Acá estoy dispuesto a ayudarte.

No quiero fallarte, no quiero fallarme, no quiero fallarles.

Son muchos los que comen gracias a ti, mi Dios.

Me pusiste a repartir las raciones, y pues eso hago.

Antes eran muchas raciones, ahora son menos.

No porque no haya a quien repartírselas,

Sino más bien, porque algunos se sienten saciados.

Yo por mi parte, sigo picando y repartiendo.

Dando lo que desde el Cielo me has dado.

Tú, mi Señor, Santo eres por siempre, Misericordioso y Eterno.

Eres caudal de Agua Viva y de abundancia de bondades.

Cuando dices: “Asegúrate”, o que hayan “Entendido”,

Persisto, insisto y vuelvo a insistir, a ver si el alimento les ha llegado.

Porque, sé que tú lo haces, para protegerlos y alimentarlos.

¿Cómo hago para escudriñar los corazones como tú lo haces?

Pues solo tú lo puedes, y me recalcas aquellos que no lo han entendido,

o que sus alimentos no han comido.

Alértame, mi Dios, sobre el hijo desvalido y colócamelo de frente.

Hay muchos que tienen hambre y no quieren comer.

Ponme a aquellos que estén sedientos y hambrientos,

 Y coman con alegría y beneplácito tus alimentos”.