Cuando Dios se le presenta a Moisés en forma de zarza ardiente, Moisés se dijo:
“- Voy a acercarme a mirar este espectáculo tan admirable: cómo es que no se quema la zarza.
4 Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
- Moisés, Moisés.
Respondió el:
- Aquí estoy.
5 Dijo Dios:
- No te acerques. Quítate las sandalias de los pies, porque el sitio que pisas es terreno sagrado.
Y añadió:
- Yo soy el Dios de tu padre, El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob” (Éxodo, 3:5-6)
Con estas palabras que da Dios a Moisés, se presenta como el Supremo que siempre ha sido y que siempre ha existido, que ha permanecido y permanecerá, que ha vivido eternamente y que representa la vida.
“1 Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 2 Ella existía al principio junto a Dios. 3 Todo existió por medio de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe. 4 En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres; 5 la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron.” (Evangelio de Juan, 1:1-5)
Cuando Dios le da la misión a Moisés de ir a hablar con el faraón y con los israelitas para liberarlos de su esclavitud en Egipto, ante la pregunta de Moisés qué les diré cuando me presente ante ellos para que me crean, la respuesta de Dios fue: “- Soy el que soy. Esto dirás a los israelitas: Yo soy me envió a ustedes.” (Éxodo, 14)
A través del verbo estar nos dice Dios cómo se ha manifestado: como luz, palabra, vida, amor, verdad, lo incorruptible: “14 La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad.” (Evangelio de Juan, 1:14)
El alfa y el omega, el primero y el último, el principio y el final, palabras que nos describen al Ser infinito, el poder que todo lo abarca, El que permanece eternamente.
“¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?
El Señor es un Dios eterno
y creó los confines del mundo.
No se cansa, no se fatiga,
es insondable su inteligencia” (Isaías, 40:28)