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martes, 13 de junio de 2017

Los Profetas del Dios Altísimo



“Que no se diga lo que el profeta quiere, sino lo que Dios manda a través de ellos.”

"Empezando por Moisés, elegido por El Altísimo para sacar a Su pueblo de Egipto, quien lo vio en zarza ardiente y no se creía capaz de tal labor: “¿Quién da la boca al hombre? ¿Quién lo hace mudo o sordo o perspicaz o ciego? ¿No soy yo, el Señor? Por tanto, ve; yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que tienes que decir.” (Éxodo 4, 11-12) 

Se puede, por Moisés y sus hermanos Aarón y Miriam, iniciar el extenso e interesante caminar de los profetas por este mundo:

Gracias Altísimo de grandes manos por presentarnos a:

Ajías, profeta que, sin casi ver y de avanzada edad, dijo con claridad lo que le mandaste.

Al profeta Elías, portador de sequía y lluvia, quien aparece en Sarepta al lado de la viuda y su hijo enfermo, hambrientos están y comparte el hambre con ellos para hacer un milagro porque su humildad no tiene límite, tanto, que recibió alimento del pico de los cuervos.

Aquel que ha subido en gran carroza de fuego, pero que le dejó a su humilde aprendiz el Manto Sagrado, purificaba el agua, sanaba, resucitaba, todos los santos trabajos los realizó con parte pequeña de Tu Espíritu: el profeta Eliseo.

Al profeta Samuel, un primogénito entregado por su madre en agradecimiento por su milagroso nacimiento; ungió al primer rey de Israel, a pesar de su molestia porque sabido era para él que no hay otro rey más que Tú, aquel que luego unge al segundo rey, David, apartando los prejuicios humanos.

Desde aquel que anunció el nacimiento de Tu Hijo 700 años antes, como el profeta Isaías; a aquel que le correspondió escribir a los paganos, elegido desde el vientre materno, el profeta Jeremías.

Aquel que vio tus cuatro seres vivientes: toro, león, águila y hombre; quien presenció Tu Gloria y escuchó Tu voz como estruendo: profeta Ezequiel.

Acusaciones terribles por los pecados del pueblo, anunciadas por el profeta Oseas. Dios pidió en aquel momento a través del profeta Joel, tal como en el Éxodo, penitencia y arrepentimiento.

Muchas fueron las visiones de Amós y muchas sus peticiones a Dios para evitar la furia; así como pocas fueron las palabras del profeta Abdías, lo que importa es que es el Altísimo quien habla y quiere ser escuchado.

Así seguimos con los Profetas Miqueas y Nahún. También el que se preguntó “¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me escuches?” Habacuc; pasando por Sofonías y Ageo; Zacarías, el de las ocho visiones.

Llegamos al profeta Daniel, él y sus amigos lanzados al horno ardiente por no idolatrar estatuas y el Ángel del Señor los salvó por Su Santa Voluntad. Ante un león hambriento, Daniel es nuevamente salvado por Aquel que supera cualquier amenaza.

Malaquías, el llamado último de los profetas que marcó un largo período de silencio con estas palabras: “Dice el Señor: Yo los amo. Ustedes preguntan: ¿En qué se nota que nos amas?” “Cuando ustedes lo vean con sus ojos, dirán: La grandeza del Señor desborda las fronteras de Israel.” (1, 2-5). 

Tu Espíritu y poder acompañó a aquel que preparó el camino a Tu Hijo, aquel que se vestía de piel de camello y se alimentada con saltamontes y miel, con voz potente y gran valentía; Tu voz en el desierto: Juan el Bautista.

Y entonces, posterior a la resurrección de Tu amado Hijo, las profetizas hijas de Felipe de Cesarea y Agabo quien profetizó a Pablo el Apóstol el mensaje de Tu Santo Espíritu, cerramos este recorrido leyendo estas palabras de Tu Predilecto:  

“La época de la Ley y los Profetas se cerró con Juan. Desde entonces se está proclamando el Reino de Dios, y cada cual se esfuerza por conquistarlo.” (Palabras de Jesús evangelio de Lucas 16,16)

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