La Conversión
“En el Santo
Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.”
La Conversión es el acto de solicitar el perdón de nuestros pecados ante el
Señor, para que Él nos perdone y nos sane, y tengamos la esperanza de una vida
eterna.
Para lograr la Conversión debemos solicitarla; haciendo expiación por
nuestros pecados.
Hacer un acto de expiación, es hacer reconocimiento de nuestros pecados
ante el Señor, Dios. Hay varios días para tal propósito, siendo el mejor día: el día de nuestro arrepentimiento.
Hay un día en el año, Calendario del Señor, para La Fiesta del Perdón:
“El día
décimo del mismo mes séptimo, ustedes tendrán una reunión sagrada, ayunarán y
no harán ningún trabajo de trabajador.” Números 29, 7.
El reconocimiento de nuestros pecados lo hacemos en función del
conocimiento de los mismos, previo al conocimiento de las Leyes de Dios; el
incumplimiento de las Leyes de Dios nos hace ser pecadores. Muchas veces somos
advertidos de nuestros pecados, inclusive, teniendo conocimiento de las Leyes
de Dios, es decir: Mandamientos, preceptos, prescripciones dadas por Él, y por
su Hijo Jesús, en el texto santo bíblico.
“Siempre que
alguien advierta que se ha hecho culpable de cualquiera de estos hechos, deberá
confesar aquello en que ha pecado.” Levítico 5, 5.
Para lograr una verdadera Conversión, deberá haber un verdadero arrepentimiento.
“¿Por qué, pues, has
menospreciado la Palabra del Señor y has hecho lo que es malo ante sus ojos?” 2 Samuel 12, 9.
Entonces decimos:
“He pecado
contra el Señor.” 2 Samuel 12, 13.
Una vez hecho el acto del reconocimiento del pecado, debemos apartarnos del
camino del pecado, y asumir posturas de ayuno y de humildad.
“Al oír Ajab
todas estas palabras, rasgo sus vestiduras, se puso un saco sobre la carne y
ayuno.”
1 Reyes 21.
Cantamos al Señor:
“Haz memoria, Señor,
De tus misericordias y tus
Gracias,
Pues ellas son de siempre.
Mis errores de joven y mis
culpas,
Esas no las recuerdes:
Acuérdate de mí según tu
amor,
En gracia a tus bondades.” Salmo 25 (24), 6.
“Dichoso el
perdonado de la culpa,
Al que han sido cubiertos
los pecados.” Salmo
32(31), 1.
“Te confesé
mis faltas y no encubrí mis culpas,
Pensando: << Confesaré
mis yerros al Señor>>.
Y tú me perdonaste el mal de
mi pecado.” Salmo 32(31),
5.
“Contra ti,
contra ti solo he pecado
Y hecho el mal ante tus
ojos.” Salmo
51(50), 6.
“Yo te
invoco, Señor, desde el profundo,
Escucha mi clamor,
Estén atentos tus oídos a la
voz de mi súplica.
Si tú, Señor, no olvidas los
pecados,
¿Quién podrá subsistir?” Salmo 130 (129), 1-3.
El Señor, Dios, nos responde a nuestras súplicas, indicándonos qué debemos
hacer para lograr sus Gracias ante el arrepentimiento de nuestros pecados:
“Lavaos,
purificaos.
Apartad vuestras malas
acciones
De delante de mis ojos;
Cesad de obrar el mal,
Aprended a obrar el bien;
Buscad lo que es justo,
Enderezad lo violento;
Defended al huérfano
Proteged a la viuda.” Palabras de Dios, Isaías 1,
16-17.
“Volved,
hijos rebeldes – oráculo del Señor-, pues yo soy vuestro dueño, y os tomaré: a
uno de una ciudad y a dos de una familia, y os llevaré a Sión.” Palabras
de Dios, Jeremías
3, 14.
“Convertíos,
hijos rebeldes, curaré vuestras rebeldías.” Jeremías 3, 22.
El temor al Señor es requerido para obtener sus Gracias:
“Escuchadlo,
Pueblo necio y sin cordura,
Que tienen ojos y no ven,
Tienen oídos y no oyen.
¿no me temeréis?
- - Oráculo del Señor -
¿No temblareis ante mí,
Que puse la arena por
frontera al mar,
Barrera eterna que no ha de
pasar?
Agitarse podrá, pero no le valdrá;
Bramarán sus olas, pero no
la pasarán.
Pero este pueblo tiene un
corazón
Terco y rebelde;
Dieron media vuelta y se
fueron
Y en su corazón no dijeron:
<<Temámos al Señor
nuestro Dios,
Que da la lluvia, la lluvia
temprana
Y la lluvia tardía, a su
tiempo;
Las semanas fijadas para la
siega
Él nos las asegura>>.” Jeremías 5, 21-25.
Pasados muchos años, y sin Dios olvidarse de la humanidad; nos amó tanto
que mando a su propio Hijo, Jesús, para lograr conversiones en nosotros:
“Tierra de Zabulón
y tierra de Neftalí,
Camino del mar, más allá del
Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que caminaba en
tinieblas
Vió una gran Luz;
Para aquellos que yacían en
región y sombra de muerte
Una Luz amaneció.” Mateo 4, 15-16.
Entonces Jesús nos vino a predicar, la inmensa importancia de la Conversión,
siendo sus primeras Palabras registradas en uno de los cuatro Santos Evangelios:
“<<Convertíos; porque
el Reino de los Cielos está cerca>>.” Palabras de Jesús, Mateo 4, 17.
Un llamado desde los inicios de la humanidad de Dios, donde Jesús habla del
reconocimiento y de las penitencias para lograr la Conversión:
“Entonces
comenzó a increpar a las ciudades en que se habían realizado la mayoría de sus
milagros, por no haberse convertido: <<! ¡Ay de ti Corazaín! ¡Ay de ti
Betsaida! Porque, si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los mismos
milagros que en vosotras, ya hace tiempo que, cubiertas de cilicio y en
cenizas, se habrían convertido.” Mateo 11, 20.
Antes de Jesús, vino un profeta llamado Jonás y hubo quienes se
convirtieron con él:
“Los
habitantes de Nínive comparecerán en el juicio con esta generación y la condenaran;
porque ellas se convirtieron ante la predicación de Jonás, y aquí hay uno que
es más que Jonás.” Palabras de Jesus en Mateo 12, 41.
Jesús, antes de ascender, deja a sus discípulos preparados y le da el poder
sobre los espíritus impuros. Eso sucede en la actualidad, por voluntades del Señor,
haciendo llamado a las nuevas generaciones:
“Recorría
las aldeas circunvecinas enseñando, convoca a los Doce, y los fue enviando de
dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.” Marcos
6, 6b.
“Partieron
pues a predicar para que se convirtieran. Expulsaron muchos demonios, ungieron
con aceite a muchos enfermos y hacían curaciones.” Marcos 6, 12-13.
Un episodio registrado de crueldad, que deja lamentaciones en la sociedad;
donde Jesús vuelve a hacer un fuerte llamado a la Conversión:
“En aquel
momento se presentaron unos para contarle lo de los galileos, cuya sangre había
mezclado Pilato con la de las victimas que ofrecían. Él les respondió: <<
¿Piensan que esos galileos, por haber sufrido semejante suerte, eran más
pecadores que todos los demás galileos? Nada de eso – os lo digo yo -; y si no
se convierten, todos perecerán igualmente. Y de aquellos dieciocho sobre los
cuales se desplomo la torre de Siloé y los mato. ¿piensa que eran más culpables
que todos los demás habitantes de Jerusalén? Nada de eso – os lo digo yo -; y
si no se convierten, todos perecerán de la misma manera>>.” Palabras
de Jesús Lucas 13, 1-5.
Debemos saber, y para muchos: motivo de fiesta y de alegría, que en el Cielo
hay fiestas por tan solo un convertido; así de importante es:
“Os digo que
igualmente habrá más alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierte
que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión.”
Palabras de Jesús,
Lucas 15, 7.
“Igualmente
–os digo- hay gran alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierte.”
Palabras de Jesús,
Lucas 15, 10.
En esos momentos de mucho dolor, cuando la muerte corporal se hace
inevitable, hasta en esos difíciles momentos, el Señor reconoce a quienes, con
humildad, le reconocen; entonces lo convierte:
“Uno de los
malhechores crucificado lo insultaba: << ¿No eres tú el Cristo? Pues
sálvate a ti mismo y a nosotros>>. Pero el otro lo reprendió, diciendo:
¿Ni siquiera tu temes a Dios, tu que estas padeciendo el mismo suplicio?
Nosotros con justicia, pues estamos recibiendo lo merecido por nuestras
fechorías. Pero este nada malo ha hecho>>. Y añadió: <<! Jesús
acuérdate de mí cuando llegues a tu reino!>>. Él le contesto: << Yo
te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso>>.” Lucas
23, 39-43.
Para entender las Escrituras hay que tener postura de entendimiento, la sabiduría
es concedida por el Señor:
“Entonces
les abrió la mente para que entendieran las Escrituras, y les dijo: << Así
está escrito: que el Cristo tenía que padecer, que al tercer día había de
resucitar de entre los muertos, y que en su Nombre había de predicarse la Conversión
para el perdón de los pecados de todas las naciones, comenzando por Jerusalén.”
Lucas 24, 45-47.
Se hace un llamado a todos los fieles del Señor:
“Conviértanse,
y que cada uno de ustedes se bautice en el Nombre de Jesucristo para remisión
de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo; porque esta promesa es
para ustedes y para sus hijos, y para todos cuantos, estando lejos, el Señor
nuestro Dios se dignare llamar>>.”
Hechos 2, 38-41.
Así bien pues que, atendamos el llamado que el Padre Celestial, bondadoso y
paciente, nos hace para nuestra conversión:
“ ¿O es que menosprecias la
riqueza de su bondad y de su paciencia y de su comprensión, al no reconocer que
esta bondad de Dios intenta llevarte a la conversión?.” Romanos 2, 4.
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