El Templo
“Me van a hacer un
santuario para que Yo habite en medio de ellos, y lo harán, como también todas
las cosas necesarias para mi culto, según el modelo que Yo te enseñaré.” Éxodo
25:8.
Estas fueron las Palabras que Dios le dijo a Moisés en el
momento en el que se iba a construir el primer Templo para resguardar el Arca
de la Alianza, además le indicó:
“Harás un Arca de madera de acacia, de dos codos y medio de largo, codo
y medio de ancho y otro codo y medio de alto.” Éxodo 25:10.
El Arca de la Alianza está ubicada en El Santo del los
Santos, esto es, el lugar más santo del Templo. Cada cosa en el Templo tiene un
lugar específico, nada de lo que está allí es por casualidad.
El Santo de los
Santos
En el Santo de los Santos, dentro del Arca de la Alianza
están las Tablas del Testimonio de Dios con los Mandamientos, un vaso de oro
con el Maná que Dios dio a comer en el desierto a los israelitas y la vara florecida de Aarón. Encima del Arca está la cubierta que es el Lugar del Perdón
y a sus lados están dos querubines viendo hacia el centro donde se presenta la
Gloria de Dios.
¿Qué hay en el Lugar Santísimo?:
1.- El Testimonio,
los mandamientos:
“Ustedes han visto lo que hice a los egipcios y que a ustedes los he
llevado sobre las alas de águila para traerlos hacia mí. Ahora, pues, si
ustedes me escuchan atentamente y respetan mi alianza, los tendré por mi
propiedad personal entre todos los pueblos, siendo que la tierra es toda mía;
serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me es consagrada.” “Esto es lo que le dirás a los israelitas.”
Éxodo 19, 4-6.
2.- Los suministros, el Maná
del cielo:
“Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen
a la puerta y se les abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca
halla y al que llame a la puerta se le abrirá. ¿Habrá un padre entre todos
ustedes que dé a su hijo una serpiente cuando le pide pan? Y si le pide un
huevo, ¿le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas
a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará Espíritu Santo a los que se lo
pidan!” Lucas 11, 9-13.
3.- El Lugar del Perdón:
“No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados;
perdonen y serán perdonados.” Lucas 6: 37
4.- Los discípulos: la
vara florecida de Aarón, el trabajo para el Reino de los Cielos:
“Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Toda rama que no da
fruto en mí, la corta. Y todo sarmiento que da fruto lo limpia para que dé más
fruto. Ustedes ya están limpios gracias a la palabra que les he anunciado, pero
permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Un sarmiento no puede producir
fruto por sí mismo si no permanece unido a la vid; tampoco ustedes pueden
producir fruto si no permanecen en mí.”
Juan 15, 1-4.
Para estar en el lugar Santo de los Santos es necesario
cumplir con lo que Jesús nos ha dicho:
“Maestro, ¿cuál es el
mandamiento más importante de la Ley?” Jesús les dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy
parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los profetas se
fundamentan en estos mandamientos.” Mateo 22, 36-40.
En el Lugar Santísimo también se encuentra el altar de los
perfumes, lugar donde se presentan oraciones agradables a Dios y donde son
atendidas:
“Siendo Herodes rey de Judea, vivía allí un
sacerdote llamado Zacarías. Pertenecía al grupo sacerdotal de Abías, y su
esposa, llamada Isabel, era también descendiente de una familia de sacerdotes.
Ambos eran personas muy cumplidoras a los ojos de Dios y se esmeraban en
practicar todos los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, pues
Isabel no podía tener familia, y los dos eran ya de edad avanzada. Mientras
Zacarías y los otros sacerdotes de su grupo estaban oficiando ante el Señor, le
tocó a él en suerte, según las costumbres de los sacerdotes, entrar en el
Santuario del Señor para ofrecer el incienso. Cuando llegó la hora del incienso,
toda la gente estaba orando afuera, en los patios. En esto se le apareció un
ángel del Señor, de pie, al lado derecho del altar del incienso. Zacarías se
turbó al verlo y el temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu oración ha
sido escuchada. Tu esposa Isabel te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan.””
Lucas 1, 5-13.
Todo esto está detrás de un velo hermosamente decorado:
“Así, pues, hermanos, no podemos dudar de que
entraremos en el Santuario en virtud de la sangre de Jesús; Él nos abrió ese
camino nuevo y vivo a través de la cortina, es decir, su carne. Teniendo un
sacerdote único a cargo de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero,
con fe plena, limpios interiormente de todo lo que mancha la conciencia y con
el cuerpo lavado con agua pura.” Hebreos 10, 19-22.
El Lugar Santo
En el ante-santuario están el candelabro de oro y la mesa de
las ofrendas.
1.- El candelabro de
oro:
“Da orden a los hijos de Israel que te traigan aceite de oliva puro y
exprimido en mortero para las lámparas, de tal manera que nunca se apague la
luz. Aarón y sus hijos dispondrán esta lámpara en la Tienda del Testimonio,
fuera del velo que está pendiente delante del Testimonio, y estará ardiendo en
presencia de Yavé desde la mañana hasta la tarde. Será esto un rito perpetuo
para los hijos de Israel.” Éxodo 27, 20-22.
Y, ¿cómo se logra tener el candelabro
de oro encendido? Jesús nos lo indica en el libro del Apocalipsis, en cada una
de las cartas a las Iglesias: no perder el
amor primero (Éfeso), ser fiel (Esmirna),
no renegar la fe (Pérgamo), arrepentirse (Tiatira), poner en práctica lo que se
ha recibido (Sardes), ser constantes
y firmes (Filadelfia), pedir conversión (Laodicea). (Capítulos 2 y 3).
“El
que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu de las Iglesias.” 3:22.
2.- La mesa de las
ofrendas:
“La religión de la Ley contiene
una sombra de los bienes por venir, pero no la verdadera figura de las cosas. Por
eso no puede llevar a la perfección mediante los sacrificios a los que vuelven
a ofrecerlos año tras año. De otro modo quedarían puros de una vez gracias a su
culto; ya no se sentirían culpables de
ningún pecado y dejarían de ofrecer sus sacrificios. Pero no, cada año estos sacrificios
recuerdan sus pecados; es que la sangre de los toros y de los chivos no tiene
valor para quitar los pecados. Por eso, al entrar Cristo en el mundo
dice: Tú no quisiste sacrificios ni
ofrendas, sino que me formaste un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni
los sacrificios por el pecado; entonces dije: “Aquí estoy yo, oh Dios, como en
un capítulo del libro está escrito de mí, para hacer tu voluntad.”” Hebreos 10, 1-7.