“Al principio existía la Palabra
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Ella existía al principio junto a Dios.
Todo existió por medio de ella,
y sin ella nada existió de cuanto existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres;
la luz brilló en las tinieblas,
y las tinieblas no la comprendieron.”
(Juan, 1:1-5)
Antes del nacimiento de Jesús
Siendo Herodes rey de Judea, a uno de los sacerdotes del
Templo llamado Zacarías y cuya esposa era Isabel, se le presentó el ángel del
Señor y le dijo:
“No
temas Zacarías que tu petición ha sido escuchada, tu mujer Isabel te dará un
hijo, a quien llamarás Juan. Te llenará de gozo y alegría y muchos se alegrarán
de su nacimiento. Será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor.
Estará lleno de Espíritu Santo desde el vientre materno y convertirá a muchos
israelitas al Señor su Dios. Irá por delante, con el espíritu y el poder de Elías,
para reconciliar a los padres con los hijos, a los rebeldes con la sabiduría de
los honrados; así preparará para el Señor un pueblo bien dispuesto.” (Lucas,
1:13-17)
Seis meses después, se le
presentó el ángel Gabriel a una virgen llamada María casada con José y le dijo:
“Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo.” Ante el asombro de María, el ángel
continuó: “No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira, concebirás y
darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. Será grande, llevará el título de
Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, para que
reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reino no tenga fin.” (Lucas, 1:26-33)
María preguntó: “¿Cómo sucederá
eso si no convivo con un hombre?” La respuesta del ángel fue:
“El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios.
Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que se
consideraba estéril está ya de seis meses. Porque nada es imposible para Dios.
”
María dice: “Yo soy la esclava
del Señor: que se cumpla en mí tu palabra.” (Lucas, 1:26-38)
Conociendo María el embarazo de su prima Isabel, va a
visitarla. Cuando Isabel la ve, le dice:
“Bendita
tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que
me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la
criatura dio un salto de gozo en mi vientre. ¡Dichosa tú que creíste! Porque se
cumplirá lo que el Señor te anunció.” (Lucas, 1: 42-45)
El nacimiento
Debido al censo ordenado por el
emperador Augusto para que todos se registraran en su ciudad de nacimiento,
José sube con María ya embarazada, a Belén de Judea. “Estando ellos allí, le
llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en
pañales y lo acostó en un pesebre, porque no habían encontrado sitio en la
posada.” (Lucas, 2:6-7)
En estos momentos, a unos
pastores, se les presentó un ángel del Señor y les dijo:
“No
teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy les ha nacido en la ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. Esto
les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en
un pesebre.” (Lucas, 2:10-12)
Otros ángeles se unieron al ángel
del Señor y cantaron:
“Gloria a Dios en lo alto
y en la tierra paz
a los hombres amados por Él.”
(Lucas, 2: 10-14)
El niño fue adorado y reconocido
como Rey, tanto por los pastores, como por los reyes magos que venían de
oriente guiados por una estrella. Pero también fue perseguido desde su
nacimiento, pues el rey Herodes atemorizado por el nacimiento del “rey de los
judíos” encargó a los reyes magos: “Averigüen con precisión lo referente al
niño y cuando lo encuentren avísenme, para que yo también vaya a adorarle.”
(Mateo, 2:8)
Cuando los reyes magos llegaron al lugar del nacimiento:
“Entraron en la casa, vieron al niño con su madre, María, y postrándose le
adoraron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalos: oro, incienso y
mirra.” (Mateo, 2:11)
Y, “Después, advertidos por un
sueño de que no volvieran a casa de Herodes, regresaron a su tierra por otro
camino.” (Mateo, 2:12)
Luego, un ángel del Señor se le
presentó a José en sueños y dijo:
“Levántate,
toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que te avise,
porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.” (Mateo, 2:13)
La Sagrada Familia, huye hacia
Egipto, mientras Herodes enfurecido, mandó a matar a los niños menores de dos
años de Belén.
Infancia de Jesús
Cuando Herodes fallece, se le
presenta nuevamente el ángel del Señor a José y le indica:
“Levántate,
toma al niño y a su madre y regresa a Israel, pues han muerto los que atentaban
con la vida del niño.” (Mateo, 2:20)
Cuando José supo que el hijo de Herodes
era el nuevo rey de Judea, tuvo miedo y por lo que le fue revelado en sueños,
partieron a Nazaret, provincia de Galilea.
“Al
octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Jesús, como lo
había llamado el ángel antes de que fuera concebido.” (Lucas, 2:21)
En el momento en el que Jesús fue
llevado al Templo por José y María, se les presentó Simeón, “hombre honrado y
piadoso”, a quien el espíritu Santo le había avisado que iba a ver al Mesías.
“Simeón
lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: - Ahora, Señor, según tu palabra,
puedes dejar que tu sirviente muera en paz porque mis ojos han visto a tu
Salvador, que has dispuesto ante todos los pueblos como luz para iluminar a los
paganos y como gloria de tu pueblo Israel.” (Lucas, 2:28-32)
También bendijo a José y a María,
y dijo a María:
“Mira,
este niño está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten;
será signo de contradicción y así se manifestarán claramente los pensamientos
de todos. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón.” (Lucas,
2:34-35)
Cuando Jesús cumplió los doce
años, fueron a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Mientras sus padres, iban
de regreso, Jesús se quedó en el Templo, José y María no se percataron que
Jesús no iba con ellos. Como no lo encontraron, regresaron a Jerusalén y a los
tres días lo encontraron en el Templo con los doctores de la ley. “Y todos los
que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas.”
(Lucas, 2: 47)
María le dijo:
“-Hijo,
¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
Él replicó: - ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos
de mi Padre?
Ellos
no entendieron lo que les dijo. Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo
su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Jesús crecía
en el saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.” (Lucas,
2:48-52)
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