Buscar este blog

Traducir

martes, 9 de abril de 2019

Libro TRÁNSITO DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA Juan, Apóstol, evangelista de Zebedeo.


Libro

TRÁNSITO DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

Juan, Apóstol, evangelista de Zebedeo.


CAPITULO I

Motivo y origen de este libro

1En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Dios único quien mi confianza pongo.
 2He aquí la historia de la Virgen sin mancilla, María, Madre de la Luz, cuando pasó de este mundo al Reino de los Cielos, preparado para Ella para los fieles, y he aquí el relato de los milagros que Ella realizó en aquel tiempo, y cómo Nuestro Señor Jesucristo se le apareció con sus Ángeles, todos los Profetas y con los Apóstoles.
3Juan, Apóstol, evangelista de Zebedeo y autor de esta historia, dice su Capítulo I:
“Salud al Señor, que, por un efecto de su voluntad, envió al mundo a su Hijo bien amado para redimir a los hombres, y que ha preparado una Luz brillante en el seno de una Virgen; que, revistiéndose de carne, ha hecho de ella el objeto de su amor y de sus delicias; que ha abierto a los que ha creado cuanto se relaciona con su utilidad y con su salvación; que los ha esclarecido con la gracia del Espíritu Santo, inspirándoles la sabiduría y el conocimiento espiritual del Dios único, cuya misericordia no puede calcularse, ni su gloria medirse, ni su naturaleza adivinarse, ni su eternidad comprenderse; que en el esplendor de su trono, sobrepuja a todos los que ha creado; que abraza todo lo que hay de más elevado, y todo lo que hay demás inferior, y cuyo poder realiza todo la que quiere; que conoce todas las cosas antes que sucedan; que ha instituido con inteligencia soberana toda su obra; que concede gratuitamente sus beneficios a los que lo piden con fe; que, cuando hace algo, no experimenta la menor fatiga, ni necesita meditarlo; que, en fin, no cambia, ni aumenta, ni disminuye. Nosotros los invocamos para que nos abra las puertas de su piedad inmensa, para que reciba nuestras plegarias, para que el olor del incienso de nuestra reunión sea agradable ante el sol resplandeciente de su majestad. Conceda Él a los hijos de su Iglesia, para apoyo en sus combates, el de sus ángeles celestes, que hacen vibrar sus trompetas, y que se mantienen delante de Él, en el orden y en la división en que están colocados, cantando sus alabanzas y aclamando con voz armoniosa: “Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los Ejércitos”; y los profetas, los santos y los mártires dijeron: “Bendito sea el Señor, que ha enviado a su Hijo, y que lo ha hecho salir del esplendor de su Luz”.
4Y el Hijo apareció en la Virgen María, y, habiéndose encarnado en un cuerpo, nació de ella en Bethlehem, y tomó, como un velo, la forma de un esclavo, y sufrió la tribulación, a fin de consolar, y de dar lecciones de paciencia, a los desgraciados que están afligidos.
5Y no temió ser viajero sobre la tierra, a fin de rescatar a los que lo buscan con confianza y con sentimientos afectuosos, y a fin de advertir a aquellos de sus servidores que son negligentes, para que renuncien a sus pecados.
6Y mostró la debilidad de su humanidad, para expulsar al demonio fuera del género humano, y para librar a los hombres, y fue muerto y sepultado, para que lo que Él había ordenado respecto a los cuerpos se cumpliese en su propia carne, y mostró su pujanza contra el demonio, cumpliendo las antiguas profecías.
7Y resucitó al tercer día, mostrando la resurrección a los que la ignoraban, y cuarenta días después subió al cielo, para manifestar su grandeza a sus criaturas, y está sentado en el seno del Padre eterno, desde el comienzo, sobre el trono de su majestad, revestido de un cuerpo, y los ojos que deseen verlo serán llenos del esplendor de su aspecto.
8Celebremos su presencia cuando su madre fue transportada, el día que Él había preparado a sus elegidos y bien amados, y que no debe nunca dejar de existir. Reconozcamos su potencia, para aproximarnos a sus ángeles celestes y a sus elegidos terrestres. Patriarcas, profetas, apóstoles, mártires, fieles, fieles vivos y muertos. Saludemos a la que ha sido puesta por encima de todas las mujeres, la Virgen sin tacha. Adoremos a aquel que ha tomado de Ella su cuerpo, para que ni su divinidad ni su humanidad sufriese
cambio en otra naturaleza o sustancia, sino para que fuese, según dijo el profeta Isaías, como una palmera saliendo de una tierra árida.
9Y ese profeta dijo también: “He aquí que una Virgen concebirá, y parirá un hijo, el cual tendrá por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros.” y María, elegida, ha sido santificada desde el seno de su madre, parió casta y santamente, y como una esposa que sale del cuarto nupcial. Y Ella ha recogido al cordero que se había extraviado del buen pastor [y lo] ha arrancado de las garras del león feroz que quería devorarlo.
10Y Ella, por la luz de su fe, ha conducido al género humano al Evangelio, su Creador, sacándolo de las tinieblas de la torpeza y de la negligencia, y ha procurado a su nación un ancho acceso hacia la Misericordia Divina, procurándole el fruto de una dulce tranquilidad, la destrucción de las espinas, la huida de los espíritus malignos, la aniquilación del poder de la muerte, la derrota de los demonios rebeldes, la exención de la aflicción en la reunión de los justos, en el Nombre de aquel que ha nacido de Ella, y el Nombre del cual se han de ofrecer sacrificios puros y del que todo desgraciado debe invocar el apoyo.
Escuchad, oh amigos elegidos y santos hermanos, cómo fue cumplida esa historia llena de milagros admirables:
11Había dos sacerdotes y un diácono en la santa montaña del Sinaí, cuya cumbre Dios (cuya memoria sea santificada) se apareció a Moisés, habló acerca de los hijos de Israel y realizó grandes milagros.
12Y el nombre de uno de los sacerdotes era David, el del otro Juan, y el del diácono Felipe. Y asistían al altar, y había trescientos veinte altares la Montaña Santa.
13Y escribieron a Ciriaco, obispo de Jerusalén, rogándole que les transmitiera la historia de María, y de cómo había salido de este mundo, y pidieron que les hiciera conocer la gloria y los milagros que se había cumplido entonces.
14Y el santo obispo, tan pronto hubo recibido la carta, hizo llamar los obispos de la Iglesia, y los interrogó, y les dijo: “Id a buscar los libros”.
15Y no encontraron más que un libro de Jacobo, hermano del Señor, obispo de Jerusalén, que fue el primero a quien los judíos dieron muerte.
En el año 345 de Alejandro, el día del nacimiento de Nuestro Señor, que es el día del Sol; el 15 del mes de bíblico de agosto, la Virgen María salió de este mundo, en presencia de Nuestro Señor Jesucristo y mía, y todos los ángeles y todas las criaturas se dirigieron a su habitación en Bethlehem y en Gethsemaní, antes que muriese.
16Y sabed que los capítulos en que está consignada la historia de la inmaculada Virgen María y de todos los milagros que realizó están en poder de Juan, hijo de Zebedeo, el evangelista, que Jesús Nuestro Señor amó, y del cual los Apóstoles han atestiguado que lo que él contaba era verdad.
17Y ellos contestaron a las cartas llegadas del Monte Sinaí, y aseguraron que no habían encontrado ninguna historia, pero que sabían, por el obispo Jacobo, que esta historia estaba en Éfeso, en poder del Apóstol Juan y les rogaron mandar hacer una copia de este libro, para poder tenerlo en Jerusalén y refutar a los judíos, y así todos podrían hacerlo leer, y ellos estarían muy largo tiempo presentes en sus plegarias.
18Y así que llegó la carta al Monte Sinaí, escribieron al obispo de Roma y al de Alejandría y les enviaron mensajeros, y habiendo buscado allí la historia sin hallarla, enviaron dos hombres a Éfeso.
19Y cuando hubieron llegado, no cesaron en toda la noche de ofrecer incienso a la madre de Nuestro Señor Jesucristo, diciendo: “¡Oh Jesucristo, Nuestro Señor! Tú has elegido al Apóstol Juan y has tenido por él más amor que por sus compañeros, y lo has ocultado a los ojos de los hombres cuando dijiste: “Tú me guardarás la fe”. Si quieres mostrárnoslo, para que hable con nosotros y nos enseñe la historia de tu madre, con los milagros y maravillas que se han cumplido por Ella y en tu Nombre, cuando tú la transportaste al Paraíso Eterno, cúmplase tu voluntad.
20Y esto ocurrió el vigésimo quinto día del mes de Nisán [Aviv], el día del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, el año 345 de Alejandro. Y la inmaculada Virgen María se apareció a Juan, y le dijo: “¡Oh hijo mío, da tu libro con la historia de mi salida de este mundo a los hombres venidos a ti desde el Monte Sinaí, a fin de que esto sea un motivo de gloria para Dios!
21Y había en Éfeso, en la iglesia de Juan, donde existía costumbre de ir a lavarse y a curarse de enfermedades, una fuente que devolvía la salud a cuantos acudían en nombre del Apóstol, y éste se presentó a los emisarios, y les dijo: “Salud, hermanos bienaventurados. No os aflijáis, porque Nuestro Señor Jesucristo, cuando estaba sobre el leño de la cruz, me dijo estas palabras con respecto a la Virgen María: “He aquí tu madre, llévala contigo”. Y a Ella le dijo: “Vete con él”. Dios recompensará vuestro trabajo y vuestra fatiga, y yo os doy completa la historia que está en mi poder.”
22Y desapareció de ante ellos. Y ellos entraron en la iglesia, cuyas puertas se hallaban abiertas, y cuando hubieron llegado cerca de la fuente hallaron sobre el altar un libro y lo recogieron con grande alegría, y lo dieron a un hombre para leerlo a la gente, y el testimonio de los padres, de los profetas y de los otros discípulos estaba escrito en hebreo, en griego y en latín.




CAPITULO II
Viaje de María a Bethlehem

1En el Nombre de Dios Nuestro Señor, y de Jesucristo, Nuestro Dios y Nuestro Salvador, nacido del Padre antes de los siglos y encarnado en María, la Virgen sin mácula, a fin de ser semejante a los hombres y de librar al mundo de la potencia del diablo rebelde.
2Él es quien, por la Luz de su divinidad adorable, ha librado al género humano de las tinieblas de la desobediencia, lo que nadie pudo hacer, si no es el Dios del Cielo y de la Tierra y de cuanto contienen.
3Desciendan su bondad y su clemencia sobre sus criaturas, para que quienes creen en Él gocen del Paraíso Eterno.
4Celebremos igualmente la gloria de su venerable y perfecta Madre, que permaneció oculta a los hombres mientras vivió, y que fue transportada a Aquel que nadie ha visto ni oído, y que el espíritu del hombre no puede comprender.
5Esperemos la intercesión de María para alcanzar el día radiante y la gloria perdurable.
6Y a vosotros, queridos hermanos, que habéis pasado de las tinieblas de la desobediencia a la luz de la sumisión, os decimos que el tercer día de fiesta, al mediodía, María, la Virgen sin mancha, salió de su morada y fue al sepulcro de Cristo, en el Gólgota, como tenía costumbre de hacer.
7Y los judíos pusieron una gran piedra a la puerta del sepulcro, diciendo: “No toleraremos más que nadie venga a orar al sepulcro, en el Gólgota.”
8Y rechazaban a cuantos ascendían, y les tiraban piedras, y tomaron la Cruz del Cristo, y las de los ladrones, y la lanza con que Nuestro Señor fue herido, y sus Vestiduras, y los Clavos, y la Corona de Espinas que había sido puesta en Su Cabeza, y el Sudario con que se lo enterró, y los ocultaron en un lugar que mantuvieron secreto, e impedían que nadie pasase por allí, para que no viniese algún príncipe y se informara.
9Y los guardias veían a la Virgen María llegar cada día al Sepulcro y sobre el Gólgota, y llorar, y decir, con las manos en alto y el rostro en tierra: “¡Oh Señor y Dios mío, sácame de este mundo perverso, pues temo que los judíos, mis enemigos, me den muerte!.
10Porque siempre que vengo a orar a este Lugar Sacro, me injurian y me amenazan, y por ti me han dado el agua de la tribulación, más yo los he vencido.
11Y he superado sus astucias y los he rechazado, gracias a mi fe en ti, y tu potencia ha cegado sus ojos, y los ha confundido, para que no pudieran hacerme mal, y así no me privas de tu socorro.”
12Y los guardias, llegando a la ciudad, dijeron a los sacerdotes: “Nadie acude a orar en el Gólgota más que María, que va mañana y tarde.
13Y los sacerdotes contestaron: “Cuando vaya a orar, arrojadle piedras, porque merece ser lapidada, ya que su ignominia afecta a los hijos de Israel.”
14Y los guardias dijeron: “Nosotros no le haremos nada, pero os la entregaremos, para que hagáis con Ella lo que queráis.”
15Y cuando llegó el viernes, fue allí según su costumbre, y mientras oraba, alzó los ojos y vio abiertas las Puertas del Cielo.
16Y he aquí que Gabriel, el Príncipe de los Ángeles, descendió a Ella, y se inclinó, y dijo: “Yo te saludo, Llena eres de Gracia. Tus ruegos han llegado a Nuestro Señor Jesucristo, que ha nacido de ti.
17Y ha atendido tus súplicas y me envía para anunciarte que serás arrebatada de este mundo para gozar la Vida Eterna por los siglos de los siglos. Amén.”
18Y al oír estas Palabras, la Virgen María se puso alegre y volvió a su morada.
19Y habiendo los guardias salido, contaron a los sacerdotes que había ido a orar.
20Y hubo un gran escándalo en Jerusalén, y los sacerdotes fueron al prefecto y le dijeron que debía prohibirle que fuese a orar.
21Y, mientras deliberaban sobre ello, llegó al emperador Tiberio una carta de Abgaro, rey de Edesa.
22Y la carta decía así: “Hay entre nosotros un hombre que dice ser uno de los setenta y dos discípulos de Jesucristo, y que ha curado numerosos enfermos y realizado prodigios.
23Y ha construido una iglesia, y ha hecho grandes milagros, y muchos creen en su doctrina. Y por ellos sé los grandes milagros que ha hecho entre nosotros.
24Y su amor ha ocupado mi corazón, y he tenido un gran dolor en no poder verle en mis Estados, por causa de los judíos, que lo han llevado a la cruz, sin justificación ninguna, pues que Él hizo tantas cosas buenas y milagrosas.
25Y he llegado con todos mis hombres a Jerusalén para hacerla perecer, y para que tú obtengas así una venganza completa.
26Mas cuando la campaña estaba preparada, he sentido un temor, y es que tú, Tiberio, mi soberano, te irritases contra mí, y hubiese guerra entre nosotros.
27Y por eso te escribo, para pedirte, como conviene entre soberanos, que hagas castigar a los judíos por lo que han hecho.
28Porque si tú te hubieses informado antes de la crucifixión, todo habría sido distinto, y por eso te pido que seas tú quien castigues a los culpables, quitándome el deber que me he impuesto, y en esta confianza te doy las gracias.
29Y cuando el emperador Tiberio leyó la carta de Abgaro, se llenó de horror y de cólera, y pensó destruir a todos los judíos, y escribió a este efecto a su aliado.
30Y, no bien llegó la noticia a los vecinos de Jerusalén, tuvieron gran espanto y visitaron al prefecto y le dieron una gruesa suma de plata, y le pidieron que Jerusalén no fuese destruida para siempre, por causa de María y de su Hijo.
31Y le dijeron: “Nosotros lo hemos hecho morir justamente, porque Él se decía el Hijo de Dios.”
32Y arrojándose a los pies del prefecto, le rogaron que procurase salvados, y salvar a su ciudad, y que escribiese al emperador, exponiendo su causa, a fin de obtener un juicio más suave.
33Y le pidieron que fuese a María, y que no la dejase visitar el Gólgota, para cortar el origen del mal.
34Y el prefecto les dijo: “Id vosotros, y habladle con dulzura y del modo más adecuado.”
35Y los sacerdotes fueron a María y le dijeron: “Acuérdate, María, de lo que has pecado ante Dios, y de lo que hemos sufrido por ti y por tu Hijo.
Te suplicamos que no vuelvas aquí, para que la sospecha no caiga sobre otros y cese el mal.

36Y cuando quieras orar, hazlo con las gentes, y según la Ley de Moisés, y todos tus pecados te serán perdonados.
37E invocaremos para ti la Piedad de Dios, y reuniremos el sábado en ti, torno a tus compañeras, y te pondremos sobre la cabeza el Libro de la Ley, para que Dios te sea misericordioso. No te abandonaremos y, si te pones enferma, te atenderemos.
38Y, si no nos escuchas, vete de Jerusalén a Bethlehem, porque no toleraremos que vengas a orar en el Gólgota al Sepulcro, para que otras personas no caigan en sospecha y se alce un gran tumulto entre los hombres.”
39Y María, la Virgen inmaculada, les contestó diciendo: “No es así como debéis hablar. Porque no os escucharé ni cederé a vuestro deseo.
40Y como la noche llegaba, los judíos, muy irritados, se alejaron de ella.
41Y a la mañana siguiente le repitieron otra vez lo mismo, y ella les prometió marchar a Bethlehem, a fin de que el escándalo se apaciguase.
42Y su casa estaba cerca de Sión y de la casa de José. Y pasados que fueron cuarenta días, la Virgen María reunió a las mujeres de la vecindad y les dijo: “Yo os saludo, hermanas. Voy a Bethlehem, a residir en mi casa, porque los judíos me han prohibido ir a orar al Gólgota y al sepulcro, temiendo que por mi culpa haya escándalo.
43Y, si alguna de vosotras quiere venir conmigo, venga, que yo tengo confianza en el Señor, que está en el Cielo, de que se acordará de nosotras y nos concederá lo que le pidamos.
44Y ella meditaba en las palabras que le había dirigido Gabriel: “Saldrás de este mundo, para ir a la Vida Eterna”, y hallaba consuelo en esta meditación.
45Y tres vírgenes cautas que la servían, y que custodiaban lo que era suyo, se acercaron a Ella y le dijeron: Nosotras iremos contigo y no te abandonaremos, porque queremos vivir y morir a tu servicio, ya que por ti, hemos dejado a nuestra familia, y que por tu intercesión esperamos lograr la Gracia, la Salvación y la Misericordia del Señor que ha nacido de ti.
46Y María las acogió y las bendijo, y las amaba mucho. Y quedaron a su servicio, y le rogaron que les dijese cómo había podido concebir sin tener comercio con varón, y parir sin perder su virginidad.
47María, por el gran amor que tenía a sus vírgenes, les explicó el misterio, y gozaba de gran estima ante ellas. Y ellas dormían junto a su lecho, y veían de día y de noche sus grandes milagros.
48Y el primero de que fueron testigos fue un olor muy suave que se exhalaba del lugar en que estaba, y que llenaba todo su ambiente.
49Y cada vez que venían a Ella hombres enfermos y Ella los bendecía, y se prosternaban, se levantaban curados, en cuanto rogaba por ellos, y ellos le dirigían grandes alabanzas.
50Y he aquí que por la noche el Ángel Gabriel vino a Ella y le dijo: “Ten valor, oh bienaventurada María, y no temas. Ve a Bethlehem, y mora en esa ciudad hasta que veas al Señor.
51Y, al llegar el día, Ella reunió a sus tres vírgenes y les dijo: “Salid, hijas mías y tomando el incensario y el incienso se pusieron en camino. Y las tres vírgenes se llamaban... y era el día de la fiesta quinta cuando María fue a Bethlehem con las tres vírgenes”.

 

 

CAPITULO III
Milagros que precedieron al tránsito de la Virgen María

1Y el viernes, la Virgen María se sintió enferma. y tomando el incienso y el incensario, oró y dijo: “¡Oh Jesucristo, mi Dios y Señor Eterno! Tú, que estás en los Cielos, y que has hecho a tu servidora digna de que tomases de ella la carne humana, para estar en este mundo, por un efecto de tu voluntad, a fin de que los ojos pudiesen verte, y las inteligencias comprenderte, y para que los hombres creyesen que tu divinidad había descendido a la carne y fuesen limpios de sus pecados, escucha los ruegos de tu Madre
y envíame a Juan, el menor, tu bien amado, que anuncia tus preceptos al mundo.

2Haz que yo me regocije viéndolo, y envía también a todos tus discípulos, y a tus Profetas, y a tus elegidos, para que yo me alegre de su vista antes de dejar este mundo. Porque yo sé que tú puedes todas esas cosas, y que me concederás lo que deseo.”
3Y cuando hubo dejado de hablar, he aquí que una nube espléndida me remontó a mí, Juan, fuera de Éfeso. Y he aquí que el Espíritu Santo me dijo: “¡Oh Juan! La Madre de tu Señor quiere verte antes de dejar este mundo. Vete a Bethlehem, a su lado, y yo avisaré a tus compañeros, vivos y muertos, para que vayan también.
4Y me sentí llevado por la nube luminosa, y me pareció que andaba por la tierra y, de pronto, me hallé a la puerta de la Virgen María.
5Y abriendo la puerta, entré. Y Ella, acostada en su lecho, oraba.
6Y cuando hubo acabado la oración, avancé hacia Ella, y, después de besarle el pecho y las rodillas, le dije: “Yo te saludo, ¡oh Madre de Dios, bendita entre todas las mujeres! No te aflijas por salir de este mundo efímero, porque pasarás llena de Gloria y de Alabanza a la Vida Eterna.
7Y ella se regocijó de verme, y yo me senté y le dije lo que me había pasado y me acerqué a las vírgenes y las bendije y ella me dijo: “Toma el incienso y ora por mí”.
8Y lo hice e inclinándome, exclamé: “¡Oh Señor y Dios mío Jesucristo, muestra los milagros de tu Madre, y hazla salir de este mundo con gran gloria, según has prometido, y muestra con tus elogios tu magnificencia, para que tus fieles se congratulen y te alaben y se llenen de pavor tus enemigos, que te han negado ser Hijo de Dios, y para que las cosas terrestres y celestes rindan homenaje a tu Madre! ¡Oh tú, a quien es debida Gloria y Alabanza por los siglos de los siglos! Amén.”
9Y cuando acabé mi plegaria, me dijo la Virgen María: “¡Oh San Juan, tu maestro ha prometido que, cuando yo deje la tierra, Él se mostrará a mí con sus ángeles y sus elegidos, y saldré de este mundo con tan Gloriosa Escolta!
10Y yo dije: “Él vendrá y cumplirá su promesa”. Y Ella dijo: “¡Oh Juan! Los judíos han asegurado que quemarán mi cuerpo cuando yo muera”, y yo le dije: “No temas, que los judíos no tienen poder sobre ti, viva o muerta, porque el Señor es contigo.”
11Y ella dijo: “¿Y dónde me enterrarás?”, y yo dije: “Donde y como Jesucristo lo ordene”.
12Y sus lágrimas corrieron, y las enjugué con mi vestidura, y yo lloraba, y las tres vírgenes lloraban también muy afligidas.
13Y le dije: “¿Por qué temes salir de este mundo, tú, que has engendrado al Cristo? ¿Qué harán, pues, los que están en tu torno y que ignoran, cuál será su suerte al dejar este mundo? Porque recibirás de tu Hijo Corona Brillante y la pondrás en las cabezas de los hombres justos, y un castigo eterno caerá sobre los que lo hayan merecido.
14No te entregues, pues, a la tristeza y al dolor, ¡oh bienaventurada María! Porque el Espíritu Santo me ha dicho en Éfeso que los demás compañeros míos se reunirán a tu lado para solicitar tu bendición”, como ha dicho David: “Todos los pueblos vendrán y te adorarán. Y las tribus de todas las naciones se humillarán ante ti.”
15Y María me dijo: “Enciende el incienso, y ora”. y encendí el incienso, y dije: “Señor y Dios mío Jesucristo, oye mi plegaria y escucha la voz de tu Madre, y cumple las promesas que le has hecho. Hágase tu voluntad, y el deseo de tu Padre celestial. Y lóente los Ángeles y las criaturas.”
16Y terminados mis ruegos, una gran voz dijo: “Amén”. y yo me llené de terror, y cuando el Espíritu Santo me preguntó: “¿Has oído esa voz, Juan?”, yo repuse: “Sí, la he oído bien”.
17Y el Espíritu Santo dijo: “Esa voz llamará a los discípulos, tus compañeros, que vendrán a saludar a la bienaventurada María. Yo les he avisado a cada uno en su casa, y a cada uno le he preparado una nube luminosa que los traerá aquí, y he dicho en Roma, a Simeón Cephas, que iba a ofrecer el Santo Sacrificio: “Cuando hayas hecho la ofrenda, vete a Bethlehem, porque la Madre de tu Maestro está allí y va a salir de este mundo.
18Y he avisado a Pablo, que estaba lejos de Roma, y que disputaba con los judíos, que se burlaban y le decían: “Lo que tú dices no será escuchado, porque tú predicas en Nombre de Cristo y eres natural de Tarso, y no te conocemos”; y he llamado a Pablo, y se ha levantado, y ha salido.
19Y he llamado a Tomás, que estaba en la India, junto al lecho de la hija del rey, y la había bautizado y fue a la iglesia, y oró y partió. Y he llamado a Mateo y a Jacobo.
20Y me he dirigido a los difuntos, a Felipe, a Andrés, hermano de Simeón Cephas, a Lucas, a Simeón el Cananeo, a Marcos y a Bartolomé, y les he dicho: “Dejad vuestras tumbas, mas no creáis que el Día del Juicio ha llegado. No estamos aún en el fin de los tiempos. Mas id a Bethlehem, a saludar a María, la Madre del Señor, que va a dejar este mundo.”
21Y ellos dijeron: “¿Cómo iremos y quién nos llevará?” y he aquí que espléndidos carros, transportados por nubes, descendieron entre ellos, y los vientos soplaban con fuerza. Y esas nubes los llevaron a Bethlehem, y ellos se acercaron a María y la saludaron. Y Ella se regocijó, y Juan encendió el incienso en su honor y los saludaba.
22Y sobre sus coronas estaba la magnífica Aureola del Cristo. Y cuando María los vio, se levantó en su lecho y los bendijo, y alabó a Dios, diciendo: “Confía en mi Señor, en que vendrá del Cielo para que yo lo vea, como os veo, y como habéis venido vosotros. Decidme cómo ha sido.”
23Y cada uno contó el aviso del Espíritu Santo, y dijeron: “¡Oh bienaventurada Virgen! No te lamentes, que el que ha nacido de ti te sacará de este mundo con gran Gloria, y te llevará a la Mansión Celestial, cuya Señora serás tú.”
24Y oyendo esto la Virgen María alzó la mano y saludó al Señor, diciendo: “Yo te adoro, Señor y Dios mío, y creo en tu grandeza y en tu poder, porque no me has abandonado a este pueblo necio y no les has dejado hacer lo que decían cuando anunciaban que entregarían mi cuerpo a la ignominia. Si no, que has oído las súplicas de tu servidora y le has mostrado tus prodigios, ¡oh tú, que todo lo puedes! Alabados sean tu Nombre y tu Poder Omnipotente por los siglos de los siglos. Amén.”
25Y, cuando Ella finó su plegaria, los discípulos repitieron: “Amén”. Y ella dijo a los discípulos: “Encended el incienso y orad, y haced la Señal de la Cruz.”
26Y cuando hicieron lo que Ella decía, sonó un ruido como el de un gran trueno, o como de infinitos carros que chocasen, y se expandió un perfume de indescriptible suavidad.
27Y he aquí que Ángeles e innumerables Potencias descendieron sobre la casa, y los discípulos los rodearon diciendo: “Santo, santo, santo es el Señor Sabaoth.”
28Y los vecinos de Bethlehem, viendo tales cosas, quedaron llenos de espanto, y grandes maravillas se les manifestaron. Los Ejércitos del Cielo subían y bajaban y la voz del Hijo del hombre sonaba entre ellos.
29Y muchos vecinos de Bethlehem fueron a Jerusalén, y contaron al prefecto y a los sacerdotes los prodigios ocurridos en el sitio en que estaba la Virgen María.

CAPITULO IV
Discusión entre los partidarios y los adversarios de Cristo

1Y cuando los habitantes de Jerusalén oyeron tales cosas, hubo muchos que fueron a ver los milagros de la bienaventurada María.
2Y los Cielos se abrieron, y salieron Legiones de Ángeles, y tempestades, y truenos.
3Y una nube vino del Cielo y regó la tierra de rocío, y el Sol y la Luna y las estrellas cayeron del Cielo y alabaron a la Virgen María.
4Y algunos vecinos de Bethlehem miraron a la casa en que estaba la Virgen, y los discípulos la rodeaban, respetuosamente, con las manos levantadas al Cielo.
5Y el Ángel Gabriel le refrescaba la cabeza, y Miguel los pies. Y Pedro y Juan enjugaban con sus túnicas las lágrimas de la Virgen, y todos decían: “Salve tú, Bienaventurada, y Bienaventurado sea el que ha nacido de ti.”
6Y todos cantaban sus alabanzas y su gloria, y no se la podía distinguir, por la deslumbrante claridad que emanaba de Ella.
7Y si algún enfermo llegaba a la puerta y posaba su mano sobre el muro, diciendo: “¡Oh bienaventurada María, ten piedad de mí y ora por mí!”, se encontraba al momento curado, aunque la Virgen no lo hubiese visto, sino que, cuando oía su voz, extendía su mano y los bendecía, y ellos quedaban salvos de sus enfermedades.
8Y todos los ciegos, sordos y mudos que allí había fueron sanados. Y otros que recogieron polvo de los muros de la casa y los mezclaron al agua que bebían quedaron también curados.
9Y la bienaventurada María obró tantos prodigios, que nadie los podría contar, sino es el Señor, que hizo de Ella el templo de su grandeza.
10Y fue lo más maravilloso que los habitantes de Bethlehem la loaban, a su pasar y venían a Ella mujeres de todas partes: de Roma, de Alejandría, de Egipto, así como hijas de reyes y príncipes, que la adoraban, y que creían en el Cristo nacido de Ella. Y, al partir, le pedían su bendición, y algunos recuerdos para testimonio a sus padres.
11Y llegó una mujer que estaba poseída de dos demonios que la atormentaban, el uno por el día y el otro por la noche, y venía acompañada de la hija del rey de Alejandría, que estaba cubierta de úlceras. Y se prosternaron ante María pidiendo su intercesión, y María tuvo piedad de ellas, y fueron curadas.
12Y vino una egipcia enferma del vientre, y se curó cuando María rogó por ella, y loó a Dios. Y vino otra mujer poseída del demonio, y pidió a la Virgen que la librase de él y María extendió la mano sobre ella, diciendo: En el Nombre del Cristo, mi Señor, vete de esta alma y no la atormentes más.
13Y los demonios salieron y dijeron: “¿Qué hay de común entre tú y nosotros, María? Tememos aproximarnos dondequiera que reina tu Hijo, y no podemos estar ante sus compañeros. Nos ha arrojado, por su potencia, al fondo del abismo, y ahora tú, con tu plegaria, nos echas de esta alma y de muchas otras.
14Y la bienaventurada María los reprendió, y ellos huyeron y se refugiaron en el fondo del mar. Y un hijo de Sophim, rey de Egipto, cuya cabeza había sido desgarrada por un león, fue a Ella y cuando, extendiendo la mano, Ella rogó por él, su cabeza quedó curada, y todos alabaron a Dios.
15Y oyendo estos hechos, muchos hombres fueron a Bethlehem, y llamaron a la puerta de la casa, y como los discípulos no abrían, comenzaron a gritar, diciendo: “Ten piedad de nosotros, bienaventurada María, y óyenos, y cúranos”. Y María oyó sus voces, y dijo: “¡Oh mi Señor y mi Dios Jesucristo! Tú, que eres mi Señor, y que has querido ser mi Hijo, oye la voz de los que creen en ti y dígnate socorrerlos.”
16Y una gran virtud emanó de la casa, y todos fueron libertados de sus dolencias. Y eran alrededor de dos mil ochenta. Y ese día hubo grandes alabanzas a Dios en toda la comarca de Bethlehem.
17Y los magistrados de Bethlehem y de Jerusalén preguntaron a los curados cómo lo habían sido por la Virgen. Y cuando hicieron el relato, hubo gran extrañeza entre sacerdotes de la Sinagoga, y vieron con asombro el honor que se hacía al Cristo y la alegría de los creyentes.
18Y sus ojos se oscurecieron, y temblaron, y dijeron: “Mucho nos turba lo que nos relatan.”
19Y saliendo muchos judíos de Jerusalén para Bethlehem, les dijeron los sacerdotes: “Id y expulsad a los discípulos de Cristo, y echad a María de la población.”
20Y cuando los judíos estaban a mil pasos de Jerusalén, al caer el sol, se produjo un gran milagro, y fue que sus pies se detuvieron, y no pudieron ir a Bethlehem, y volvieron.
21Y los sacerdotes, cada vez más turbados, fueron a ver al gobernador, exclamando: “Grandes son estas cosas, y los judíos perecerán por lo que ha hecho María”, y le pidieron que la expulsara de Jerusalén. Y el prefecto les dijo: “No lo haré”.
22Y ellos redoblaron en sus clamores, y lo amenazaron con denunciarlo a César Tiberio. y muchos judíos, reuniéndose, fueron a la casa en que moraba la bienaventurada María, y la puerta estaba abierta, y quisieron entrar, pero no podían acercarse, porque las Puertas del Cielo estaban también abiertas, y un gran resplandor llenaba la entrada de la mansión de María.
23Y en vista de sus clamores y de sus amenazas, un jefe partió con ellos, llevando treinta mil jinetes y muchos soldados de a pie. Y el Espíritu Santo dijo a los discípulos de Cristo: “He aquí que un guerrero llega de Jerusalén con un numeroso ejército. Tomad a María y llevadla con vosotros, y no temáis nada, que yo os conduciré sobre una nube, y nadie podrá incomodaros, porque el poder del Señor está con vosotros.”
24Y los discípulos salieron, llevando a María sobre su lecho, y el Espíritu Santo los transportó sobre sus enemigos sin que los vieran. Y cuando los discípulos llegaron a Jerusalén, fueron a casa de María, y allí se ocuparon de orar y de alabar a Dios.
25Y cuando los jinetes llegaron a Bethlehem, dijeron: “Cerremos las puertas de la casa”. Y no hallando a nadie, se llenaron de cólera, buscaron a los vecinos de Bethlehem, y les dijeron: “Vosotros habéis ido al prefecto y a los sacerdotes de Jerusalén y les habéis dicho que los discípulos de Cristo rodeaban a María y la loaban, y que muchos Ángeles subían y bajaban del Cielo, y que sus cánticos llegaban hasta vosotros. ¿Dónde están ahora? Venid con nosotros, y defendeos como podáis, porque nosotros no encontramos nada.”
26Y volvieron al prefecto diciendo que nada habían visto, y los sacerdotes dijeron: “Los discípulos de Cristo han hecho un escamoteo ante vuestros ojos para que no vieseis nada”. y el prefecto les dijo: “Si los veis en alguna parte, apoderaos de ellos y cerrad las puertas”.
27Y cinco días más tarde, los habitantes de Jerusalén vieron a los Ángeles descender con la Virgen María a la casa que poseía en la Montaña de Sión, y los vecinos acudieron y comenzaron a orar, diciendo: “¡Oh Santa María, Madre del Cristo, ruega por nosotros, para que se nos conceda la salvación!”. Y hubo muchos milagros y muchas curaciones.
28Y los habitantes de Jerusalén sintieron gran espanto, y fueron a aquellos vecinos, diciendo: “¿Por qué ese tumulto, y ese ruido, y esos gritos que lanzabais ayer?
29Y los vecinos contaron que María había venido acompañada de ángeles que la alababan, y que todo enfermo que se le acercaba era curado. Y los judíos fueron al prefecto y le dijeron: “Repitámosle que hay gran perturbación en Jerusalén por culpa de María”. Y contaron lo que les habían dicho.
30Y dijo el prefecto: “¿Qué puedo hacer por vosotros?” y ellos dijeron: “Tomemos leña y fuego, y quememos la casa en que está”, y él les dijo: “Haced la que os parezca. y los sacerdotes y una gran multitud se reunieron y fueron a donde estaba la bienaventurada María para prender fuego, y el prefecto y sus compañeros miraban desde lejos la que hacían.”
31Y cuando hubieron llegado a la puerta, un gran fuego salió de la casa, y había ángeles cerca, y cuantos se acercaban eran abrasados, y muchos judíos perecieron entonces, y todos se llenaron de terror, y también el prefecto.
32Y alzando las manos al Cielo, y dando una gran voz, exclamó: “Verdaderamente, oh María, aquel que ha nacido de ti es el Hijo de Dios. Nosotros deseamos verlo, y yo la adoraré siempre.
33Y una gran discordia se produjo entre los judíos, y muchos creyendo en el nombre de Jesucristo. Y el prefecto reunió a los moradores de Jerusalén y les dijo: “¡Oh pueblo perverso! Vosotros habéis crucificado al Cristo, que había descendido del Cielo para rescatarnos. Habéis desoído la verdad, habéis obrado mal, y conoceréis los fuegos del infierno. Yo creo en Cristo, y temo que la cólera del emperador Tiberio caiga sobre vosotros por vuestra maldad”. Y he aquí lo que os digo: “Nadie se acerque a la casa de la bienaventurada María, ni la calumnie.”
34Y uno de los principales doctores se levantó, y se llamaba Caleb, y era uno de los que creían en Jesucristo, y en la bienaventurada María, y dijo al prefecto: “Pregúntales en Nombre de Dios quién condujo a los hijos de Israel fuera de Egipto, y, por los Libros de la Santa Ley, oblígalos a declarar si ese Hijo de María ha venido como un profeta, como el Hijo de Dios o como los demás hombres.”
35Y el prefecto se situó en un lugar elevado y dispuso que quienes creyesen en María y en el Hijo de Dios se separasen a un lado. Y muchos judíos se separaron, y la reunión se dividió en dos partes.
36Y el prefecto dijo: “¿Sois vosotros los que creéis en el Cristo?” Y ellos dijeron: “Nosotros creemos que es el Hijo de Dios único, que juzgará a todas las criaturas, y que es el Cristo anunciado en los Libros, que salvará a los pueblos, y que nos rescatará.”
37Y gritaron los otros: “¿Qué decís? Nosotros sabemos que no es el Cristo, porque las tradiciones y las cosas escritas no se han cumplido en El”. Y los jefes replicaron: “Vosotros no conocéis el verdadero sentido de los Libros, ni lo que significan, y os son desconocidas las tradiciones. Ignoráis que nuestro padre Adán, a punto de expirar, prescribió a su hijo Seth que ordenase a sus descendientes que sacasen su cuerpo de la caverna de los tesoros y que lo llevasen a la tierra santa, porque sabía que la redención de su raza se efectuaría por la misericordia del Cristo.” Y dijo: “El oro, la mirra y el incienso que hay en la Caverna de los Tesoros son los presentes que serán llevados a Bethlehem por la mano de los magos, hijos de reyes, porque Dios ha prometido que el Cristo vendrá a este mundo y manifestará su divinidad por milagros, y saldrá de Sión para mostrarse a los hombres”, y el profeta dijo: “Los pies del Señor se fijarán sobre el monte de los Olivos, de Jerusalén, y os consta que ha sido así”.
38Y Caleb dijo otras cosas que sería largo contar. Y los judíos replicaron: “¿Piensas que el Cristo está más cerca del Eterno que nuestro padre Abraham, que vio los cielos abiertos y que habló con Dios?”, y contestaron los fieles: “Nosotros sabemos con certeza que el nacido de María ha creado a Adán antes que Abraham fuese formado en el seno de su madre, porque es anterior a todas las criaturas, y es aquel con quien Abraham habló, y de quien dijo Daniel que, pasadas sesenta semanas, vendría el Mesías esperado por todas las naciones.
39Y los judíos contestaron: “Ese Cristo en quien vosotros creéis ¿fue más grande que Isaac, que constituyó ante Dios una ofrenda pura, de que se regocijaron los Cielos y la tierra?” Y los fieles dijeron: “Dios no permitió que Isaac fuese ofrecido en sacrificio, y aunque hubiese sido inmolado hubiese sido una ofrenda única. Pero el Cristo es un sacrificio ofrecido por todas las criaturas, al subir a la Cruz, para reconciliar a Dios con todos los hombres. Y los que creen en El quedan libres de todos sus pecados, como los hijos de Israel quedaron curados de la mordedura de las serpientes cuando miraron la serpiente artificial que Moisés elevó por orden divina.”
40Y dijeron los judíos: “¿Pensáis que Cristo es superior a Jacob, que vio las Puertas del Cielo abiertas y a los Ángeles subiendo y bajando por la escala de la salvación?”. Y los fieles contestaron: “Jacob y los Ángeles, y la escala que vio, son la imagen del Cristo. Son, sin duda, admirables milagros, pero más prodigios han hecho los que creen en su Nombre, y vosotros los podéis ver, pero vuestros ojos están ciegos y vuestros corazones endurecidos.”
41Y dijeron los judíos: “¿Pensáis que Cristo es superior a Elías, que subió al Cielo y vio cuanto hay en él y en la tierra?” Y los fieles dijeron: “Elías, llevado por un Ángel, subió al Cielo, donde están el Sol y la Luna. Pero Cristo, mostrándose sobre el monte Thabor, con Elías y con Moisés, que estaba muerto y podrido, mostró todo su poder, puesto que podía llamar a los vivos y a los muertos, y ellos tenían que obedecer sus mandatos.”
42Y dijeron los judíos: “¿Pensáis que ese Cristo es más que Moisés, que libró de Egipto a los hijos de Israel y les abrió un paso en el mar Rojo, en el que fueron tragados el faraón y su ejército?” . Y los fieles dijeron: “¡Oh gentes ignorantes e insensatas! La Divinidad, tomando el cuerpo de Cristo, ha hecho esos milagros, que estaban escritos desde los primeros tiempos. El Cristo ha expulsado los demonios, forzados a la obediencia, y cuando Simón Pedro andaba por el mar como por la tierra, fue acometido de un mal pensamiento, y estaba a punto de ser sumergido en el momento en que el Cristo extendió hacia él la mano y lo libró de su temor. Él manda a todas las criaturas, y todas le están sometidas.”
43Y el prefecto mandó prender cuarenta de los judíos y azotarlos, y los demás quedaron aterrados.
44Y llegada la noche, el prefecto condujo a uno de sus hijos, que tenía dolor interno, a la casa de la Virgen María, y llamando a la puerta dijo a una de las doncellas que la servían: “Entra y di a la bienaventurada María que soy el gobernador de la ciudad.”
45Y la doncella hizo lo que le decía, y la Virgen María ordenó que le abrieran y lo introdujesen.
46Y él entró llorando, y dijo: “Salúdote, Madre de Dios, y creo en el que ha nacido de ti, y que es el Cristo Redentor. Extiende tus manos, Madre de Luz, y bendíceme, y ruega por mi hijo, para que se le quite el dolor que sufre, y ruega por mis padres, que están en Roma, y concédeme volver pronto a verlos.”
47Y la bienaventurada Virgen, puesta en pie, oró con los discípulos, y luego, volviéndose al prefecto, bendijo a su hijo y mandó que se sentara.
48Pero él, inclinándose ante ella, se arrojó a los pies de los discípulos, y dijo: “Yo os saludo, elegidos de Dios, que lo habéis sido entre todos los hombres, para que prediquéis al mundo entero. y los discípulos lo bendijeron, y su hijo quedó curado, y se fue lleno de alegría.
49Y montó a caballo y marchó a Roma, y, después de saludar a sus padres, les contó cuanto había visto hacer a la bienaventurada María y lo que le había oído decir. Y allí estaban los discípulos de Pedro y Pablo, y le pidieron por escrito lo que habían oído, y los milagros que se habían obrado en Roma y en otras ciudades por intercesión de la bienaventurada María.

 

CAPITULO V
Muerte de la Virgen María

1Y el viernes por la mañana, el Espíritu Santo dijo a los discípulos: “Id, tomad a María, la Virgen sin mancha, y llevadla a Jerusalén, y entrad por el camino que conduce al valle de Gethsemaní. Hay allí tres cavernas que comunican una con otra y un lugar de arena, al lado de Oriente. Poned allí a la bienaventurada María, y orad junto a Ella hasta que yo os hable.”
2Y los discípulos hicieron lo que se les había ordenado. y llevaron a María. y viéndolo los judíos, se reunieron, y dijeron a uno de ellos, llamado Japhia, que era un hombre tímido: “Vete con ellos, y cuando estén junto al valle, empuja la litera para que caiga al fondo. Nosotros te seguiremos con leña y con fuego, y la quemaremos en el valle, y esos fabricantes de prodigios no podrán vanagloriarse de que están encima de los habitantes de Jerusalén”.
3Y Japhia los obedeció, y fue con los discípulos, y en llegando junto al valle, extendió la mano para agarrar la litera. Pero un Ángel lo hirió con una hoja de hierro, y le cortó los puños, que quedaron pegados a la litera.
4Y Japhia empezó a implorar y a llorar, con el rostro contra tierra, y a decir: “Tened piedad de mí, ¡oh discípulos del Cristo Redentor!”
5Y ellos tuvieron compasión y dijeron: “Implora a la Virgen María, a quien has querido precipitar en el valle.”
6Y él se puso a gritar, y a decir: “¡Oh soberana Madre de salud, ten piedad de mí!” Y ella dijo a Pedro: “Devuélvele sus manos”.
7Y Pedro las tomó y las ajustó a su sitio, diciendo: “En el Nombre de Jesús el Nazareno, y a súplicas de su Madre, queden estas manos en su lugar sin dolor”, y fueron restablecidas sin dolor en el sitio que les correspondía.
8Y le dio una vara seca, diciendo: “Vete, y anuncia a todos los judíos, con esta vara, el poder de Dios, y enséñales cuánta es su debilidad y su ignorancia si la comparan con el poder y la sabiduría de Dios, y diles lo que Dios ha hecho por ti, para que los que te oigan sepan que nuestra doctrina no es humana, sino que viene del Cielo, y ellos renunciarán a sus malos pensamientos y al error que los hará perecer. Y no podrán cumplir lo que han maquinado contra la bienaventurada María y contra los discípulos del Cristo.”
9Y Japhia creyó y oró, y volvió hacia los judíos, y golpeó la puerta de la ciudad con la vara. Y he aquí que la vara floreció. Y Japhia alabó a Dios y dijo: “Esta vara es superior a la de Aarón.”
10Y dijeron los judíos: “¿Qué haces, insensato de ti? ¿Por qué has estado ausente tanto tiempo, y qué te han hecho los discípulos del crucificado?”
11Y había allí un ciego, y Japhia fue a él, y aproximándole la vara a los ojos le dijo: “Ábranse tus ojos, en Nombre de Dios puesto en la Cruz”. Y el ciego recobró la vista.
12Y los presentes loaron a Dios. yY cada vez que acercaba su vara a un enfermo, éste era curado, y los judíos quedaron muy sorprendidos, y muchos creyeron, y decían: “En verdad, que ésta es virtud del Cielo, y que estas cosas prueban el poder de Dios.”
13Y los sacerdotes estaban llenos de confusión, y su cólera era extremada.
14Y los discípulos bajaron al valle y encontraron una caverna en la que depositaron a la bienaventurada María, según el mandato del Espíritu Santo, y no dejaban de alabar al Señor.
15Y al otro día por la tarde, he aquí que el Espíritu Santo dijo a los discípulos: “El día del sol, el sexto, el Ángel Gabriel descendió a la Virgen y la saludó, y le predijo que el Redentor del Mundo nacería de ella, y fue el mismo día cuando ella parió en Bethlehem, y el mismo día cuando las gentes de Jerusalén recibieron con palmas al Cristo, diciendo: “Bendito sea el que viene en Nombre del Señor”. Y el día del sol resucitó de entre los muertos, y un día del sol vendrá para destruir la tierra, y cuanto contiene y para juzgar al mundo. y también el día del sol debe venir con las criaturas terrestres y celestes, cantando sus alabanzas para sacar del mundo el alma de su inmaculada madre.”
16Y los discípulos experimentaron un gran consuelo. Y en esto he aquí que Eva, la madre de toda carne, y Ana, la madre de la bienaventurada María, e Isabel, la madre de Juan el Bautista, llegaron a ella, y le dijeron quiénes eran, y la abrazaron.
17Y Ana, su madre, dijo: “Bendito, oh hija mía, sea Dios, que te ha elegido para que fueses el lugar de su gloria. Y desde que comenzaste a formarte en mi seno yo sabía ya, que habías de ser bendita y elegida, y que el Dios del Cielo y de la Tierra descendería a tu vientre, como está Escrito en los Libros.”
18Y todas alababan a Dios, y la Virgen las secundó con alegría. Y pedro les dijo: “Alejaos de Ella, porque veo llegar a los patriarcas.”
19Y he aquí que Adán, Seth, Sem, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y David, y los demás patriarcas, y profetas y santos, llegaron sobre una nube y se acercaron a la bienaventurada María, y la saludaron expresándole sus loanzas y llamándola bienaventurada, y ella les devolvió su saludo, y los profetas se dieron a conocer, y ella tuvo gran júbilo.
20Y vinieron Enoch, y Elías, y Moisés, y manteniéndose entre el Cielo y la tierra en carros de fuego, esperaban la llegada de Jesucristo. Y he aquí que doce carros, conducidos por Ángeles innúmeros, hirieron los ojos con gran gloria y esplendor, y Cristo Nuestro Señor apareció en forma humana, llevado en un carro en cuyo torno iban los Serafines y las virtudes.
21Y se aproximó a la Virgen María, y todas las criaturas se inclinaban ante Él, y dijo el Señor: “¡Oh María, celebrada en todo el Universo!” y ella dijo: “Aquí estoy, Señor”, y Él le dijo: “Levántate y mira lo que mi Padre me ha dado.”
22Y ella se levantó, y vio una gloria, y una luz que los ojos no podían soportar, y que no cabe sea descrita, y prosternándose, dijo: “¡OH mi Señor y mi Dios, pon tu mano sobre mí!
23Y Él posó su mano sobre Ella, y la bendijo, y María tomó su mano, y la abrazó, y la puso sobre sus ojos, y lloró, y dijo: “Yo me inclino ante esta mano que ha creado el Cielo y la Tierra y todo cuanto en ella hay, y te doy gracias y te alabo, porque me has juzgado digna en esta hora igualmente cara para mí y para los que están ante ti.”
24Y dijo: “¡Oh Señor! Tómame contigo.” Y Él respondió: “Tú estarás en el Paraíso corporalmente hasta el día de la resurrección, y los Ángeles te servirán. Pero tu espíritu puro lucirá en la mansión del Padre de la plenitud.
25Y los discípulos, acercándose a María, dijeron: “¡Oh madre de la Luz, ruega por el mundo del que vas a salir!.”
26Y la bienaventurada María exclamó, llorando: “¡Oh mi Señor, y mi Dios, y mi Maestro Jesucristo, tú que, por la voluntad de tu Padre y por la ayuda del Espíritu Santo, y por efecto de una divinidad y de una voluntad única, has creado la Tierra y el Cielo, y cuanto contienen; yo te ruego que escuches la plegaria que te hago por tus servidores y por los hijos del bautismo, por los justos y por los pecadores, para que les concedas tu Gracia!. Recibe a los que comulguen en ti, a los que ofrezcan presentes en mi Nombre y a los que te interroguen en sus plegarias, en sus deseos y en sus sufrimientos. Haz que sean librados de sus dolores, y que hallen lo que han esperado en su fe, y aparta de ellos los males que se les quiera causar. Cura sus enfermedades, aumenta sus riquezas y multiplica sus hijos. Ayúdalos en cuanto emprendan, y otórgales la dicha de tomar parte en tu reino. Aleja de ellos a su enemigo, Satán, lleno de malicia. Aumenta su fuerza e inclúyelos en el rebaño del Pastor dulce, bueno, clemente y misericordioso. Cumple, en esta y en la otra vida, lo que espere el que te suplique Invocando mi Nombre, y protéjalos tu asistencia, según has prometido tú, que eres constante en tus promesas, infinito en la misericordia y cuyo Nombre merece ser glorificado hasta el fin de los siglos. Amén.”
27Y el Señor lo dijo: “Yo te concedo lo que pides, y conforme a lo que pides. No los privaré de mi Gracia, ni de mi misericordia”. Y todos, jubilosos, contestaron: “Amén.”
28Entonces Jesús dijo a Pedro y a los discípulos: “He aquí que la hora llega. y todos, incluso los Ángeles, loaron y glorificaron a Dios en alta voz, y, derramando muchas lágrimas, arrojaron incienso con gran respeto y piedad.”
29Y el rostro de la bienaventurada María resplandeció con una claridad maravillosa, y extendiendo las manos los bendijo a todos. Y el Señor tendió su santa mano y tomó su alma pura, que fue llevada a los Tesoros del Padre.
30Y se produjo una luz y un aroma suave que en el mundo no se conocen. Y he aquí que una voz vino del Cielo, diciendo: “Yo te saludo, dichosa María. Bendita y honrada eres entre todas las mujeres.”, y Juan, el discípulo, extendió su mano, y Pedro cerró sus ojos, y Pablo extendió sus pies, y Nuestro Señor subió a su Reino Eterno escoltado por los Ángeles y en medio de alabanzas.
31Y pusieron una piedra a la puerta de la caverna en que estaba el cuerpo de la Virgen, y permanecieron en oración, y el Espíritu Santo esparció una gran Luz que los envolvió, y no podían verse entre sí ni nadie podía verlos tampoco.
32Y la Virgen sin mancha fue llevada en triunfo al Paraíso sobre carros de fuego. Y una nube elevó a los asistentes y cada cual fue devuelto al lugar de que había venido, y no quedaron más que los discípulos, que estuvieron tres días en oración, y que oían siempre el cántico de los cánticos.
33Y, estando así reunidos, he aquí que Tomás, uno de los discípulos, llegó sobre una nube. Y el cuerpo de la bienaventurada María iba a hombros de los ángeles, y él gritó que se detuvieran, para obtener la bendición de la Virgen.
34Y cuando estuvo con sus compañeros, que seguían orando, Pedro le dijo: “Tomás, hermano, ¿qué te ha impedido asistir al tránsito de María y ver los milagros obrados y obtener su bendición?
35Y Tomás respondió: “Me lo ha impedido el servicio de Dios, porque, en el momento en que el Espíritu Santo me avisó, yo predicaba, y estaba bautizando a Golodio, hijo de la hermana del rey. ¿Dónde se halla ahora el cuerpo de María?
36Y ellos dijeron: “En esta caverna”. Y él dijo: “Lo quiero ver y recibir su bendición antes de admitir la verdad de lo que me decís.”
37Y los discípulos replicaron: “Tú desconfías siempre de lo que te decimos. Lo mismo te sucedió cuando la resurrección del Señor, que no creíste hasta que lo viste, y te mostró las huellas de los clavos y de la lanza, y entonces gritaste: ¡Oh Señor y Dios mío!
38Y Tomás contestó: “Ya sabéis quién es Tomás, y no descansaré hasta que vea el sepulcro en que reposa el cuerpo de María, y si no, no creeré nada.”
39Y Pedro se levantó colérico, a toda prisa, y los discípulos lo ayudaron a quitar la piedra, y no hallaron nada, y tuvieron gran extrañeza, y dijeron: “Hemos estado ausentes, y los judíos habrán llegado, y habrán hecho lo que hayan querido.”
40Y Tomás les dijo: “No os aflijáis, hermanos, porque al venir yo de la India en una nube vi el santo cuerpo, acompañado de multitud de Ángeles, con gran Gloria, y pedí que me bendijese, y me dio este ceñidor.”
41Y cuando los discípulos lo vieron, alabaron a Dios con fervor, y cerraron la caverna con una piedra, y subieron al monte Olivete, y allí se pararon, y dijeron: “¡Oh Jesucristo, Dios y Señor nuestro! Tú nos has sacado de los dolores de este mundo, y nos has mostrado tu grandeza y nos has hecho bendecir por la Virgen María antes de llevarla de este mundo efímero, y nos has prometido que nos darás el poder de obrar sobre el áspid y el basilisco y el maligno demonio, y nos has dicho que en el día del Juicio estaremos en doce sitiales para juzgar a las doce tribus de Israel. Dígnate ahora bendecirnos.”
42Y se prosternaron ante el Señor, y los bendijo, y empezaron a cantar las alabanzas de la Virgen María.
43Y he aquí que sonó entre ellos una voz que decía: “Vuelva a su lugar cada uno de vosotros. Y carros de fuego llegaron sobre nubes, y cada uno fue devuelto a su residencia, y los muertos a sus sepulcros.

CAPITULO VI
Entrada de María en el Paraíso

1Y cuando María hubo sido llevada al Paraíso, vino Nuestro Señor Jesucristo con multitud de Espíritus Celestes. Y los fundamentos del Paraíso están en la tierra, y llegan hasta el Cielo, y de ellos arrancan cuatro ríos. Y cuando el diluvio cubrió la tierra, el Señor no permitió al agua llegar al Paraíso.
2Y dijo a la bienaventurada María: “Contempla la Gloria a que has sido transportada.”
3Y Ella se alzó y vio una gran Gloria, inasequible a la vista del hombre, y he aquí que Enoch, Elías, Moisés y los demás profetas y patriarcas y elegidos adoraron al Señor y a la Virgen, y se fueron.
4Y dijo el Señor a María: “He aquí los bienes que he prometido y preparado a los Santos.”
5Y, levantando los ojos, vio María magníficas y esplendentes moradas, y admirables coronas de mártires, y árboles perfumados y soberbios, y un aroma que no es posible describir.
6Y el Señor tomó frutos de aquellos árboles y los dio a la Virgen, y le dijo: “Sube a lo alto del Cielo y verás. Y Ella subió y vio el primero y el segundo Cielos, y en el tercero vio la Mansión Celeste y otras grandes maravillas, y loó a Dios, que había creado en los Cielos tantas cosas admirables, que el hombre no puede pintar ni comprender.
7Y el Señor ordenó al Sol que se detuviera en las Puertas del Cielo, con una de sus fases vuelta al Paraíso, y el Señor, en un carro de fuego, estaba encima de él.
8Y María vio los Tesoros de la Luz, donde están la nieve, y el granizo, y el rocío, y el trueno, y la lluvia y todo lo semejante. Y vio las Legiones de los Ángeles, con las alas abiertas, diciendo: “Santo, Santo, Santo.”, y vio las doce Casas de la Luz, y en la puerta de cada una un Guardián.
9Y vio la Puerta Grande de los Jerusalenes Celestes, y escritos sobre ella los Nombres de los justos Abraham, Isaac, Jacob, David y todos los profetas, desde Adán.
10Y, al entrar la bienaventurada María por la Primera Puerta, los Ángeles se inclinaron y la alabaron, y al entrar por la otra Puerta, los Querubines le ofrecieron sus plegarias y, al entrar por la Tercera, la glorificaron los Serafines.
11Y cuando pasó la Cuarta Puerta, miríadas de Ángeles la alabaron, y cuando cruzó la Quinta, la loaron el trueno y la tempestad, y cuando traspuso la Sexta, los Ángeles exclamaron: “Santo, Santo, Santo es el Señor Sabaoth. Salud y gloria a ti. El Señor sea contigo, alabada entre todas las mujeres, y alabado sea el que ha nacido de ti.”
12Y cuando pasó la Séptima Puerta, la Luz la loó, y cuando cruzó la Octava, la alabaron la lluvia y el rocío, y en la Novena, Gabriel y Miguel y los demás Ángeles la adoraron; y en la Décima, el Sol, y la Luna, y las Estrellas, y los restantes astros la adoraron.
13Yen la Oncena, la loaron las almas de los discípulos, los profetas y los justos.
14Y en la Duodécima vio a su Hijo, rodeado de gran esplendor y sentado en su trono, y ella se inclinó ante la majestad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
15Y, volviendo los ojos a la Jerusalén celeste, quedó llena de estupor, sin poder comprender lo que veía, y el Señor le tomó la mano y le mostró los bienes y los tesoros de la Santa Iglesia, y otras cosas que no puede el ojo verlas, ni oírlas el oído, ni la lengua contarlas, ni el espíritu humano comprenderlas. Y esas cosas serán otorgadas a los fieles, y gozarán de ellas por todos los siglos.
16Y la bienaventurada María fue hacia el Libertador de las criaturas, y Él le dijo: “Ésta es la morada de Enoch, donde él es alabado constantemente. Amén.”

 

CAPITULO VII
María ruega al Cristo por los pecadores

1Y la bienaventurada María alzó los ojos, y vio muchos hombres que se movían, e innumerables tabernáculos, y había gran olor de incienso, y muchos cánticos, y todos los reunidos loaban a Dios.
2Y dijo María: “Oh, Señor, ¿qué hombres son ésos?”
3Y Él contestó: “Son los tabernáculos de los justos, y esas luces significan el honor de que gozan junto a mí. Y en el último día, resucitarán para gozar de estos bienes, y disfrutarán de una alegría aún más grande, y existirán por los siglos de los siglos.”
4Y he aquí que la bienaventurada María vio otra región, muy oscura, de la que salía mucho humo, y un fétido olor, como de azufre, y un gran fuego. Y en él, muchos hombres que gritaban y que lloraban.
5Y dijo María: “Señor, ¿qué hombres son esos que sufren en el fuego y en las tinieblas?
6Y Él dijo: “Es la región de la gehenna, en que están los pecadores, y ahí permanecerán hasta el último día, en que sus almas volverán a sus cuerpos, y sentirán una angustia y un dolor extremados, porque no habrán hecho penitencia de sus faltas, y estarán atormentados por un remordimiento continuo, como por un gusano roedor que no muere ni duerme. Y esto es porque, rebeldes a mis mandatos, han rechazado mi Gracia y negado mi Divinidad.”
7Y cuando María vio las alabanzas de los justos, tuvo gran alegría, y cuando vio lo que esperaba a los pecadores, sintió gran tristeza, y rogó al Señor que tuviese piedad de los pecadores y los tratase con más dulzura, porque la naturaleza humana es débil. Y Él se lo prometió.
8Y tomándola de la mano, la llevó al Paraíso espléndido y santo, acompañada de todos los justos.
9Y he aquí que llegaron antes a Pedro, Pablo y Juan, pidiéndoles que anunciasen todo lo concerniente a María, y que se había aparecido a muchas personas dignas de crédito.
10Y he aquí uno de sus milagros: “Había en el mar noventa y dos buques, y estaban a merced del viento y de las olas. Y los marineros invocaron a María, y Ella se les apareció, y fueron salvados.
11Y unos viajeros sorprendidos por ladrones invocaron a María, y Ella se les apareció e hirió a los malhechores como el rayo, y quedaron ciegos, y los viajeros salvados adoraron al Señor.
12Y, habiendo caído en un pozo el hijo de una viuda, ésta invocó a María, y dijo: “¡Oh Santa María, asísteme y salva a mi hijo! y la Virgen apareció y sacó del pozo a su hijo, y éste no se ahogó.”
13. y un hombre enfermo gravemente hacía seis años había dado mucho dinero a los médicos, sin conseguir curar, y quemó incienso, y dijo: “¡Oh Santa María, ¡Madre del Redentor, vuelve los ojos a mi cuita y sálvame!” Y Ella le apareció, y lo tocó, y él curó de su enfermedad, y fue al templo, y dio gracias a Dios y a la Virgen.
14Y un gran barco lleno de hombres naufragó en el mar, y ellos gritaron: “¡Protégenos, oh Virgen bendita! y se les apareció, y los condujo a tierra sanos y salvos.”
15Y un dragón, que salió de una caverna, atacó a dos mujeres que iban de viaje, y al ir a devorarlas invocaron a María, diciendo: “Sálvanos”. Y se apareció la Virgen María, e hirió con su mano al dragón, y le abrió la cabeza hasta las orejas, y las mujeres alabaron a Dios.
16Y un mercader reunió mil dineros para comprar mercancías, y perdió su bolsa, y no lo notó hasta transcurrido gran trecho, y se puso a golpearse el rostro y a llorar, y luego imploró a la Virgen, diciendo: “¡Oh bienaventurada Virgen, asísteme!” y Ella se le presentó y dijo: “Sígueme y no te aflijas.” Y la siguió hasta el lugar en que perdió su bolsa, y la encontró, y siguió su camino alabando a Dios y a Nuestra Señora.
17Y cuando los discípulos supieron los milagros obrados en Roma y en otros sitios, glorificaron a Dios, y tuvieron gran júbilo y escribieron las cosas que había hecho María en su vida y después de su muerte. Y era el año 345 de la era de Alejandro.
18Y hubo muchos milagros en otras ciudades que, si se escribiesen, llenarían infinidad de libros.
19Y los discípulos dijeron: “Celebremos su fiesta tres veces cada año, porque sabemos que los ángeles la ensalzan con júbilo, y que por Ella el mundo será salvado.”
20Y marcaron para celebrar su conmemoración el segundo día siguiente a la Natividad del Señor, para que las malas hierbas pereciesen, y para que las mieses prosperasen, y para que los reyes fuesen protegidos por María, y para que no hubiese guerra entre ellos.
21Y fijaron el día decimoquinto del mes para que los insectos no saliesen a destruir las siembras, lo que trae el hambre, y hace que los hombres vayan entonces a los lugares santos a pedir que Dios los libre de tal plaga.
22Y señalaron el tercer día de su fiesta en el 15 del mes, que es cuando ella salió del mundo, e hizo milagros, y cuando los árboles y los frutos maduran.
23Y dispusieron que, al llevar una ofrenda al Señor, se presentaría en la iglesia, y que los sacerdotes debían orar sobre Ella, y decir: “Hemos establecido los ritos según los cuales deben: los que están bautizados, ofrecer sus sacrificios, para que no tengan nada de común con los que no creen en ti ni en tu Madre, que a los que creen ya les has ofrecido tus bienes. Concédenos la alegría y los bienes que has prometido a tus elegidos. Danos esos bienes que no puede ver el ojo, ni oír la oreja, ni comprender el espíritu. Y atiende a nuestras plegarias por el rebaño que ves en torno nuestro. Recíbelos en tu custodia, y ayúdalos, sin consentir que ninguno perezca, en Nombre de Santa María y de todos los santos. Amén.
24Y mientras los discípulos estaban en oración en los lugares sagrados, he aquí que el Señor Jesucristo se les apareció, diciendo: “Regocijaos, que cuanto pedís se os dará, y vuestros deseos se cumplirán en vuestro Padre celeste.”
25Y la bienaventurada María me ha mostrado a mí, Juan, que predico el Señor, aunque indigno, todas las cosas que Cristo le ha mostrado, y me ha dicho: “Escribe estos hechos, hijo, y añádelos a los Libros que escribiste antes de yo salir de este mundo perecedero. Y te pedirán que los muestres, y quienes los lean serán henchidos de gozo, y alabarán el Nombre de Dios, y, aunque indigno, el mío.”
26Y te hago saber que, en el fin de los tiempos, los hombres estarán llenos de desgracias, y de guerras, y de hambres, y de terror, por culpa de los muchos pecados que habrán cometido y de su poca caridad.
27Y muchas calamidades barrerán la tierra. Y sólo será preservado el hombre que se humille, y el que desee los bienes divinos, y el que trabaje con denuedo en hacer el bien, y el que ejerza la caridad y la misericordia, y el que tema la cólera de su Creador.
28Y muchos milagros se verán en el Cielo y en la tierra. Y vendrá el Hijo Eterno, nacido del Padre antes de los siglos, y llegará a Bethlehem, y no hallará entre los hombres fe ni justicia.
29Y la bienaventurada María me llamó: “Hijo mío”, y yo le dije: “Oh madre mía, la salud sea contigo, y tu bendición se expanda a doquiera vuelvas tus ojos. Yo espero en tus plegarias y en tu intercesión. Libra al mundo de sus dolores y haz que los hombres entren en el sendero de la fe y de la verdad. No falte el amor del Señor a Adán ni a su raza, creada por la mano de Dios, y el enemigo del hombre sea apartado por la misericordia del Señor.”
30Y la bienaventurada María contestó: “Amén.”.
Y los años que la Virgen, Madre de Dios, vivió sobre la tierra, fueron cincuenta y nueve, y desde su natalicio hasta que entró en el templo habían pasado tres años. Y estuvo once y tres meses en el templo, y llevó nueve meses en su seno al Señor Jesús, y pasó treinta años con El, cuando vivía sobre la tierra, y desde su Ascensión al Cielo pasaron once años, y así se completan los cincuenta y nueve. Confiemos en sus ruegos cerca de su Hijo querido para salvar nuestras almas por los siglos de los siglos. Amén.
El humilde José, hijo de Khalil Nunnak, ha trascripto esta historia. Dios incluya en su misericordia cuantos la escribieron, la leyeron o la oyeron. Amén.


jueves, 29 de noviembre de 2018

La Caña Fistula o Fistola


La Caña Fistula o Fistola

"Junto al rio, a su orilla, por uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales, cuyo follaje no se marchitará y cuyo fruto no se agotará; cada mes producirán nuevos frutos, porque sus aguas manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de medicina”. Palabras de Dios, Ezequiel 47, 12.
PROPIEDADES MEDICINALES: (la orina es teñida de color verdoso o marrón)
  • Infusión de la pulpa de la vaina:
Laxante suave; se toma entre comidas, de 3 a 4 veces al día, solo por tres días.
Combate a la bacteria Staphylococcus aureus, causante de infecciones en la piel y de las partes blandas.
Combate a la bacteria Escherichia coli, causante de infecciones urinarias.
Combate las afecciones respiratorias como: catarro, gripe, resfrío, sarampión, tos, tos ferina.
Derrame biliar.
Hinchazón.
Varicela.
Diabetes.
  • Jarabe de las flores, sirve para:
Estreñimiento.
  • Decocción de las hojas, sirve para:
Cálculos biliares.
Enfermedades renales.
  • Uso tópico de las hojas, sirve para:
Picaduras de avispa.
  • Cataplasma de la pulpa del fruto o vaina:
Golpes y contusiones.
Reumatismo.
Mordedura de culebra.
Tumores.
Cáncer.
  • El rizoma, tallo subterráneo, se usa para:
Enfermedades de la piel.
  • La corteza, se usa como:
Astringente.









viernes, 12 de octubre de 2018

El Templo de Dios


El Templo 

Me van a hacer un santuario para que Yo habite en medio de ellos, y lo harán, como también todas las cosas necesarias para mi culto, según el modelo que Yo te enseñaré.” Éxodo 25:8.

Estas fueron las Palabras que Dios le dijo a Moisés en el momento en el que se iba a construir el primer Templo para resguardar el Arca de la Alianza, además le indicó:

Harás un Arca de madera de acacia, de dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y otro codo y medio de alto.” Éxodo 25:10.

El Arca de la Alianza está ubicada en El Santo del los Santos, esto es, el lugar más santo del Templo. Cada cosa en el Templo tiene un lugar específico, nada de lo que está allí es por casualidad.

El Santo de los Santos

En el Santo de los Santos, dentro del Arca de la Alianza están las Tablas del Testimonio de Dios con los Mandamientos, un vaso de oro con el Maná que Dios dio a comer en el desierto a los israelitas  y la vara florecida de Aarón. Encima del Arca está la cubierta que es el Lugar del Perdón y a sus lados están dos querubines viendo hacia el centro donde se presenta la Gloria de Dios.

¿Qué hay en el Lugar Santísimo?:

1.- El Testimonio, los mandamientos:

Ustedes han visto lo que hice a los egipcios y que a ustedes los he llevado sobre las alas de águila para traerlos hacia mí. Ahora, pues, si ustedes me escuchan atentamente y respetan mi alianza, los tendré por mi propiedad personal entre todos los pueblos, siendo que la tierra es toda mía; serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me es consagrada.” “Esto es lo que le dirás a los israelitas.” Éxodo 19, 4-6.

2.- Los suministros, el Maná del cielo:

Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y se les abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca halla y al que llame a la puerta se le abrirá. ¿Habrá un padre entre todos ustedes que dé a su hijo una serpiente cuando le pide pan? Y si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará Espíritu Santo a los que se lo pidan!” Lucas 11, 9-13.

3.- El Lugar del Perdón:

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.” Lucas 6: 37

4.- Los discípulos: la vara florecida de Aarón, el trabajo para el Reino de los Cielos:

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Toda rama que no da fruto en mí, la corta. Y todo sarmiento que da fruto lo limpia para que dé más fruto. Ustedes ya están limpios gracias a la palabra que les he anunciado, pero permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Un sarmiento no puede producir fruto por sí mismo si no permanece unido a la vid; tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí.  Juan 15, 1-4.

Para estar en el lugar Santo de los Santos es necesario cumplir con lo que Jesús nos ha dicho:

“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?” Jesús les dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los profetas se fundamentan en estos mandamientos.” Mateo 22, 36-40.

En el Lugar Santísimo también se encuentra el altar de los perfumes, lugar donde se presentan oraciones agradables a Dios y donde son atendidas:

“Siendo Herodes rey de Judea, vivía allí un sacerdote llamado Zacarías. Pertenecía al grupo          sacerdotal de Abías, y su esposa, llamada Isabel, era también descendiente de una familia de sacerdotes. Ambos eran personas muy cumplidoras a los ojos de Dios y se esmeraban en practicar todos los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, pues Isabel no podía tener familia, y los dos eran ya de edad avanzada. Mientras Zacarías y los otros sacerdotes de su grupo estaban oficiando ante el Señor, le tocó a él en suerte, según las costumbres de los sacerdotes, entrar en el Santuario del Señor para ofrecer el incienso. Cuando llegó la hora del incienso, toda la gente estaba orando afuera, en los patios. En esto se le apareció un ángel del Señor, de pie, al lado derecho del altar del incienso. Zacarías se turbó al verlo y el temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada. Tu esposa Isabel te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan.”” Lucas 1, 5-13.

Todo esto está detrás de un velo hermosamente decorado:

“Así, pues, hermanos, no podemos dudar de que entraremos en el Santuario en virtud de la sangre de Jesús; Él nos abrió ese camino nuevo y vivo a través de la cortina, es decir, su carne. Teniendo un sacerdote único a cargo de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, con fe plena, limpios interiormente de todo lo que mancha la conciencia y con el cuerpo lavado con agua pura.” Hebreos 10, 19-22.

El Lugar Santo

En el ante-santuario están el candelabro de oro y la mesa de las ofrendas.

1.- El candelabro de oro:

“Da orden a los hijos de Israel que te traigan aceite de oliva puro y exprimido en mortero para las lámparas, de tal manera que nunca se apague la luz. Aarón y sus hijos dispondrán esta lámpara en la Tienda del Testimonio, fuera del velo que está pendiente delante del Testimonio, y estará ardiendo en presencia de Yavé desde la mañana hasta la tarde. Será esto un rito perpetuo para los hijos de Israel.” Éxodo 27, 20-22.

Y, ¿cómo se logra tener el candelabro de oro encendido? Jesús nos lo indica en el libro del Apocalipsis, en cada una de las cartas a las Iglesias: no perder el amor primero (Éfeso), ser  fiel (Esmirna), no renegar la fe (Pérgamo), arrepentirse (Tiatira), poner en práctica lo que se ha recibido (Sardes), ser constantes y firmes (Filadelfia), pedir conversión (Laodicea). (Capítulos 2 y 3).
            
         “El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu de las Iglesias.” 3:22.

2.- La mesa de las ofrendas:

“La religión de la Ley contiene una sombra de los bienes por venir, pero no la verdadera figura de las cosas. Por eso no puede llevar a la perfección mediante los sacrificios a los que vuelven a ofrecerlos año tras año. De otro modo quedarían puros de una vez gracias a su culto; ya  no se sentirían culpables de ningún pecado y dejarían de ofrecer sus sacrificios. Pero no, cada año estos sacrificios recuerdan sus pecados; es que la sangre de los toros y de los chivos no tiene valor para quitar los pecados. Por eso, al entrar Cristo en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, sino que me formaste un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije: “Aquí estoy yo, oh Dios, como en un capítulo del libro está escrito de mí, para hacer tu voluntad.””  Hebreos 10, 1-7.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Día veinticuatro del séptimo mes, tal día como hoy.


Día veinticuatro del séptimo mes, tal día como hoy.
“El día veinticuatro de este mes [séptimo mes] se reunieron los israelitas para un ayuno; venían vestidos de saco y cubiertos de polvo. La raza de Israel se apartó de todos los extranjeros, se presentaron y confesaron sus pecados y las culpas de sus padres. Se pusieron de pie en la plaza y se dio lectura al libro de la Ley del Señor durante un cuarto de la jornada, durante otro cuarto, confesaron sus pecados y se postraron ante el Señor su Dios.”

Este acontecimiento pertenece a aquel momento cuando el profeta Nehemías pide autorización al rey para salir a reconstruir a Jerusalén, por una destrucción causada por los invasores.

“Los levitas Josué, Cadmiel, Bani, Jasbadleis, Serebias, Odias, Sebanias, Betajias dijeron:

“¡Levántense y bendigan al Señor nuestro Dios! ¡Bendito seas tú, ¡Señor Dios nuestro, por los siglos de los siglos! ¡Bendigan tu Nombre glorioso que sobre pasa toda bendición y alabanza!

¡Tú, Señor, eres el Único! Tu hiciste los cielos, los cielos de los cielos y todo cuanto contienen, la tierra y todo lo que tiene, los mares y cuanto hay en ellos; tu das la vida a todos, y ante ti se postra el ejercito de los cielos.

¡Tú, Señor, eres Dios; tu elegiste a Abram, lo sacaste de Ur de Caldea y le diste el nombre de Abrahán! Lo hallaste fiel e hiciste una alianza con él. Le diste el territorio del cananeo, del hitita y del amorreo, del pereceo, el jebuseo y girgaseo. Mantuviste tus promesas porque eres justo.

Viste la angustia de nuestros padres en Egipto, escuchaste sus gritos a orillas del mar de los juncos, realizaste signos y prodigios con el faraón, contra todos sus servidores y contra el pueblo de ese país cuyo orgullo tu conocías, y te hiciste una fama que perdura hasta hoy. Tu abriste el mar ante ellos, pasaron por medio del mar por suelo seco, y arrojaste al fondo de las aguas a los que los perseguían, como una piedra en aguas torrentosas.

Tú los guiaste de día por medio de una columna de nubes y de noche por una columna de fuego, para alumbrar el camino por donde iban caminando.

Tu bajaste al monte Sinaí y les hablaste de lo alto del cielo; les diste mandatos, leyes verdaderas, preceptos y decisiones excelentes. Les diste a conocer tu sábado santo y les ordenaste mandamientos, preceptos y leyes por boca de Moisés tu servidor. De lo alto del cielo les diste el pan para saciar su hambre, e hiciste brotar agua de la roca para su sed. Les dijiste que fueran a conquistar el territorio que habías jurado darles; pero nuestros padres se negaron, se pusieron testarudos y no obedecieron tus órdenes. Se negaron a obedecer; se olvidaron de las maravillas que tu habías realizado para ellos y se les antojo volver a Egipto a su esclavitud. Pero tú, eres un Dios de perdón, lleno de piedad y de ternura, que tardas en enojarte y rico en bondad, y por eso no los abandonaste.

Se hicieron un ternero de metal fundido diciendo: ¡Este es el dios que te hizo subir de Egipto! Y pronunciaron toda clase de blasfemias. Pero tú, en tu inmensa ternura, no los abandonaste en medio del desierto; la columna de nubes no los dejo, sino que los guiaba de día por el camino, y de noche la columna de fuego alumbraba ante ellos el camino por donde iban. Les diste tu buen espíritu para hacerlos sabios, no les negaste la mana y les diste agua para su sed. Durante cuarenta años cuidaste de ellos en el desierto, no les falto nada, su ropa no se gastó y sus pies no se hincharon.

Les entregaste reinos y pueblos y les diste esos territorios como una provincia fronteriza. Se apoderaron del territorio de Sijon rey de Jesbon y del de Og rey de Basan. Multiplicaste sus hijos tanto como las estrellas del cielo e hiciste que entraran en el país del cual habías hablado a sus padres, para que entraran en él, y tomaran posesión.

Sus hijos entraron allí, conquistaron ese país; abatiste ante ellos a los cananeos habitantes del país, pusiste en sus manos reyes y pueblos para que los trataran como quisieran. Se apoderaron de ciudades fortificadas y de buena tierra, heredaron casas donde nada faltaba, pozos ya cavados, viñas, olivares, árboles frutales en cantidad; comieron cuanto quisieron, disfrutaron de tus incontables beneficios.

Pero, se rebelaron y se alzaron contra ti, y se echaron tu ley a las espaldas. Mataron a los profetas que los invitaban a volverse hacia ti y cometieron grandes crímenes. Entonces los dejaste caer en manos de sus enemigos que los oprimieron. Clamaron a ti durante su opresión, y los escuchaste desde lo alto del cielo. En tu inmensa ternura les diste libertadores para que los libraran de manos de sus enemigos. Pero en cuanto recuperaron la paz, volvieron a hacer el mal delante de ti. De nuevo los abandonaste en manos de sus opresores y de nuevo clamaron a ti, y tú los escuchaste de lo alto del cielo.

¡Cuántas veces no los has librado así en tu ternura! Les advertiste que volvieran a tu Ley, pero en su orgullo no cumplieron tus ordenes; pecaron contra esos mandatos que dan vida a cualquiera que los pone en práctica, no te ofrecieron más que una espalda rebelde y una nuca terca, no te obedecieron.

Sin embargo, tú has sido pacientes con ellos durante años, les advertiste por tu espíritu, por boca de tus profetas, pero no te hicieron caso. Entonces os entregaste en manos de las naciones paganas; pero en tu inmensa ternura, no los hiciste desaparecer, no los abandonaste, porque eres un Dios lleno de piedad y de ternura.

Ahora, oh Dios nuestro, tu, el Dios grande, poderoso y terrible, que siempre mantienes tu alianza y tu bondad, no seas insensible ante todas esas pruebas que han caído sobre nosotros, nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros sacerdotes, nuestros profetas y todo nuestro pueblo desde los días de los reyes de Asiria hasta ahora.

Tú has sido justo en todo lo que nos ha ocurrido, porque has actuado según la verdad y porque nosotros nos portamos mal. Nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no han seguido tu Ley, se olvidaron de tus mandamientos y de las ordenanzas que les habías dado.

Mientras estuvieron en su reino gozando de todos los beneficios que les proporcionabas, en este país grande y fértil que habías puesto a su disposición, no te sirvieron ni se apartaron de sus malas acciones.

Por eso aquí estamos como esclavos, somos esclavos en este país que tu diste a nuestros padres y cuyos frutos y bienes deberían ser también nuestros. Pues esos productos están ahora en manos de reyes que tú nos impusiste debido a nuestros pecados y que disponen a su antojo de nuestras personas y de nuestros rebaños. Y mientras tanto nuestra angustia sigue siendo grande.” Nehemías 9, 5-37.

“Por todo lo anterior, contraemos un compromiso solemne y lo ponemos por escrito.” Nehemías 10, 1.

Hoy, nosotros, estamos llamados a comprometernos con nosotros y con los nuestros, ante nuestro Dios; un llamado a quienes somos seguidores del Hijo de Dios, es decir:  Jesús.

Es por ello que Él nos dice:

No crean que he venido a suprimir la Ley o los Profetas. He venido, no para deshacer, sino para traer lo definitivo. En verdad les digo: mientras dure el Cielo y la tierra, no pasara una letra o una coma de la Ley hasta que todo se realice.

Por tanto, el que ignore el ultimo de esos mandamientos y enseñe a los demás a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los Cielos.” Palabras de Jesús, santo evangelio, Mateo 5, 17-19.

martes, 2 de octubre de 2018

Finalizacion de las Fiestas de las Tiendas


Finalización de las Fiestas de las Tiendas.
Para hoy, día veintitrés del séptimo mes, terminada las Fiestas de las Tiendas, Calendario del Señor, tenemos bellos acontecimientos que contarles. Que el Espíritu Santo nos dé, a cada uno, la capacidad de entendimiento de la Palabra, para el mayor aprovechamiento de las mismas, para nuestros tiempos.  Amen.

"El día veintitrés del mes séptimo Salomón despidió a la gente y ellos marcharon a sus casas alegres y contentos por todos los beneficios que el Señor había hecho a David, a Salomón y a su pueblo, Israel." 2 Crónicas 7, 10.

Ciertamente, y ya nos consta a muchos de nosotros, el beneficio producto de estas fiestas. Ahora: la hora de la despedida, algunos se quedan y otros deben viajar, pues las fiestas se terminaron y como en toda fiesta, salimos y nos despedimos; cada quien se lleva a sus respectivas casas, con satisfacción: lo aprendido, gozado, vivido, compartido, comido, tomado, disfrutado.

A continuación, Palabras de Jesús para el día de hoy, pues a pesar de la culminación de las fiestas para su momento, aún no había llegado Su momento. Tal día como hoy en el bello caminar de Jesús en la tierra, acontecimientos y Palabras que quedaran para siempre:

“Pero, al amanecer, se presentó [Jesús] de nuevo en el templo. Todo el pueblo acudía a Él, y Él, allí sentado los instruía.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer que había sido sorprendida en adulterio. Y poniéndola delante, dicen a Jesús: <<Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. En la Ley Moisés nos mandó apedrear a esas; pero tú, ¿Qué dices?>>. Decían esto para tenderle un lazo, con el fin de tener de que acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía en el suelo con el dedo. Como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: <<El que entre ustedes este sin pecado, sea el primero en tirar una piedra contra ella>>. E inclinándose otra vez, seguía escribiendo en el suelo. Ellos, al oírlo, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta quedar solos Jesús y la mujer, que estaba allí delante. Incorporándose entonces Jesús, le dijo: <<Mujer, ¿Dónde están? ¿Nadie te condeno?>>. Ella respondió: <<Nadie, Señor>>. Le dice Jesús: <<Pues tampoco yo te condeno; vete, y desde ahora en adelante no peques más>>.

Jesús les hablo de nuevo: <<Yo soy la Luz del mundo: el que me sigue no andara en las tinieblas, sino que tendrá la Luz de la Vida>>.

Le replicaron los fariseos: <<Tu das testimonio de ti mismo: tu testimonio no es válido>>. Jesús les contesto: <<Aunque yo de testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de donde viene y a donde voy, pero ustedes no saben de dónde vengo o adónde voy. Ustedes juzgan según la carne, yo no juzgo a nadie. Pero si juzgara, mi juicio, sería válido, porque no estoy solo, sino yo y el que me ha enviado. En su misma ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, pero también da testimonio de mí el Padre que me ha enviado>>.

Le preguntan entonces: << ¿Dónde está tu Padre? >>. Jesús contesto: <<Ni a mí me conocen ni a mi Padre; si a mí me conocieran, conocieran también a mi Padre>>.

Estas Palabras las dijo junto al tesoro, mientras estaba enseñando en el templo; y nadie le echo mano, porque aún no había llegado su hora.

De nuevo les dijo Jesús: <<Yo me voy, ustedes me buscarán, pero morirán en sus pecados. A donde yo voy, no podrán venir ustedes>>.

Decían los judíos: << ¿Acaso se va a suicidar?, puesto que dice: << ¿A dónde yo voy, no podrán venir ustedes?>>. Pero Él seguía diciéndoles: <<Ustedes son de aquí abajo; yo soy de allá arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo. Se los he dicho que morirán en sus pecados, porque en sus pecados morirán si no creen que yo soy el que soy>>.”

Le preguntaban, pues: << ¿Y quién eres tú?>>. Jesús les contesto: <<El Principio, el que ahora les está hablando. Muchas cosas tengo que decir y juzgar acerca de ustedes; pero el que me ha enviado es veraz, y lo que yo oí de Él, eso es lo que digo al mundo>>.

Ellos no comprendieron que les estaba hablando del Padre. Jesús añadió: <<Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, entonces conocerán que yo soy el que soy y que nada hago por mi cuenta, sino que, conforme a lo que el Padre me enseño, así hablo. Conmigo está el que me ha enviado: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que es de su agrado>>.

Cuando dijo estas cosas, fueron muchos los que creyeron en Él. Decía Jesús a los judíos que le habían creído: <<Si ustedes permanecen en mi Palabra, son verdaderamente discípulos míos: conocerán la verdad, y la verdad los hará libres>>.

Ellos le respondieron: <<Nosotros somos descendientes de Abrahán y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú eso de “serán libres”?>>. Jesús les contesto: <<De verdad les aseguro: todo el que comete el pecado, es esclavo del pecado. Pero el esclavo no se queda en la casa para siempre, mientras que el hijo si se queda para siempre. Pues si el Hijo los hace libres, libres serán realmente. Ya sé que son descendientes de Abrahán, pero pretenden matarme, porque mi Palabra no cala en ustedes. Lo que yo he visto estando junto al Padre, eso hablo; hagan ustedes lo que han oído a su padre>>.

Ellos le respondieron: <<Nuestro padre es Abrahán>>. Le contesta Jesús: <<Si son hijos de Abrahán, hagan las obras de Abrahán. Pero ahora pretenden matarme: precisamente a mí que les he dicho la verdad, la verdad que he oído estando junto a Dios. Eso no lo hizo Abrahán. Hagan ustedes las obras de su padre>>.

Ellos le dijeron: << ¡Nosotros no somos hijos de prostitución! ¡Un solo Padre tenemos: Dios ! >>. Les respondió Jesús: <<Si Dios fuera su Padre, me amarían a mí, porque yo salí y vengo de Dios; pues no he venido por mi cuenta, sino que Él me ha enviado. ¿Por qué no entienden mi lengua? Es que no pueden escuchar mi Palabra. Ustedes proceden del diablo, que es su padre, y son los deseos de su padre los que quieren poner en práctica. Él fue homicida desde el principio; y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando profiere la mentira, está diciendo lo que es propio, porque es mentiroso y padre de la mentira. Pero a mí, porque les digo la verdad, no quieren creerme. ¿Quién de ustedes puede demostrar que he pecado? Si yo digo la verdad, ¿Por qué no quieren creerme? El que es de Dios escucha las Palabra de Dios. Por eso no escuchan ustedes, porque no son de Dios>>.

Los judíos le respondieron: << ¿No decimos con razón que tú eres samaritano y que estas endemoniado?>>. Contesto Jesús: <<Yo no estoy endemoniado, sino que honro a mi Padre, mientras que ustedes me quitan todo honor. Pero yo no busco mi gloria; ya hay uno que la busca y que juzga. De verdad les aseguro: el que guarda mi Palabra no vera la muerte jamás>>.

Le dijeron los judíos: <<Ahora sí que estamos seguros de que estas endemoniado. Murió Abrahán y los profetas. Y tú dices: “El que guarda mi Palabra, no experimentara la muerte jamás”. ¿Acaso eres tu mayor que nuestro padre Abrahán, que murió? Y también los profetas murieron. ¿Por quién te tienes tú?>> Respondió Jesús: <<Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es el Padre el que me glorifica, de quien ustedes dicen que es Dios suyo, pero al que no conocen. En cambio, yo si lo conozco. Si dijera que no lo conozco, seria, al igual que ustedes, un embustero. Pero si lo conozco y guardo su Palabra. Su padre Abrahán se llenó de gozo con la idea de ver mi día. Lo vio, y se llenó de júbilo>>.

Le contestaron los judíos: << ¿Todavía no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán?>>. Les respondió Jesús: <<De verdad les aseguro: antes que Abrahán existiera, yo soy>>.

Entonces tomaron piedras para lapidarle; pero Jesús se escondió y salió del templo.” Santas Palabras de Jesús y acontecimiento para hoy, santo evangelio Juan 8, 2-59.

miércoles, 11 de julio de 2018

La Conversión


La Conversión

En el Santo Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.”

La Conversión es el acto de solicitar el perdón de nuestros pecados ante el Señor, para que Él nos perdone y nos sane, y tengamos la esperanza de una vida eterna.
Para lograr la Conversión debemos solicitarla; haciendo expiación por nuestros pecados.
Hacer un acto de expiación, es hacer reconocimiento de nuestros pecados ante el Señor, Dios. Hay varios días para tal propósito, siendo el mejor día: el día de nuestro arrepentimiento. Hay un día en el año, Calendario del Señor, para La Fiesta del Perdón:

El día décimo del mismo mes séptimo, ustedes tendrán una reunión sagrada, ayunarán y no harán ningún trabajo de trabajador.Números 29, 7.

El reconocimiento de nuestros pecados lo hacemos en función del conocimiento de los mismos, previo al conocimiento de las Leyes de Dios; el incumplimiento de las Leyes de Dios nos hace ser pecadores. Muchas veces somos advertidos de nuestros pecados, inclusive, teniendo conocimiento de las Leyes de Dios, es decir: Mandamientos, preceptos, prescripciones dadas por Él, y por su Hijo Jesús, en el texto santo bíblico.

Siempre que alguien advierta que se ha hecho culpable de cualquiera de estos hechos, deberá confesar aquello en que ha pecado.” Levítico 5, 5.

Para lograr una verdadera Conversión, deberá haber un verdadero arrepentimiento.

“¿Por qué, pues, has menospreciado la Palabra del Señor y has hecho lo que es malo ante sus ojos?2 Samuel 12, 9.

Entonces decimos:
He pecado contra el Señor.” 2 Samuel 12, 13.

Una vez hecho el acto del reconocimiento del pecado, debemos apartarnos del camino del pecado, y asumir posturas de ayuno y de humildad.

Al oír Ajab todas estas palabras, rasgo sus vestiduras, se puso un saco sobre la carne y ayuno.”

1 Reyes 21.
Cantamos al Señor:

“Haz memoria, Señor,

De tus misericordias y tus Gracias,

Pues ellas son de siempre.

Mis errores de joven y mis culpas,

Esas no las recuerdes:

Acuérdate de mí según tu amor,

En gracia a tus bondades.” Salmo 25 (24), 6.


Dichoso el perdonado de la culpa,

Al que han sido cubiertos los pecados.” Salmo 32(31), 1.


Te confesé mis faltas y no encubrí mis culpas,

Pensando: << Confesaré mis yerros al Señor>>.

Y tú me perdonaste el mal de mi pecado.” Salmo 32(31), 5.


Contra ti, contra ti solo he pecado

Y hecho el mal ante tus ojos.” Salmo 51(50), 6.


Yo te invoco, Señor, desde el profundo,

Escucha mi clamor,

Estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica.

Si tú, Señor, no olvidas los pecados,

¿Quién podrá subsistir?Salmo 130 (129), 1-3.


El Señor, Dios, nos responde a nuestras súplicas, indicándonos qué debemos hacer para lograr sus Gracias ante el arrepentimiento de nuestros pecados:


Lavaos, purificaos.

Apartad vuestras malas acciones

De delante de mis ojos;

Cesad de obrar el mal,

Aprended a obrar el bien;

Buscad lo que es justo,

Enderezad lo violento;

Defended al huérfano

Proteged a la viuda.” Palabras de Dios, Isaías 1, 16-17.


Volved, hijos rebeldes – oráculo del Señor-, pues yo soy vuestro dueño, y os tomaré: a uno de una ciudad y a dos de una familia, y os llevaré a Sión.” Palabras de Dios, Jeremías 3, 14.


Convertíos, hijos rebeldes, curaré vuestras rebeldías.” Jeremías 3, 22.


El temor al Señor es requerido para obtener sus Gracias:


Escuchadlo,

Pueblo necio y sin cordura,

Que tienen ojos y no ven,

Tienen oídos y no oyen.

¿no me temeréis?

  • - Oráculo del Señor -

¿No temblareis ante mí,

Que puse la arena por frontera al mar,

Barrera eterna que no ha de pasar?

Agitarse podrá, pero no le valdrá;

Bramarán sus olas, pero no la pasarán.

Pero este pueblo tiene un corazón

Terco y rebelde;

Dieron media vuelta y se fueron

Y en su corazón no dijeron:

<<Temámos al Señor nuestro Dios,

Que da la lluvia, la lluvia temprana

Y la lluvia tardía, a su tiempo;

Las semanas fijadas para la siega

Él nos las asegura>>.” Jeremías 5, 21-25.


Pasados muchos años, y sin Dios olvidarse de la humanidad; nos amó tanto que mando a su propio Hijo, Jesús, para lograr conversiones en nosotros:


Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,

Camino del mar, más allá del Jordán,

Galilea de los gentiles.

El pueblo que caminaba en tinieblas

Vió una gran Luz;

Para aquellos que yacían en región y sombra de muerte

Una Luz amaneció.Mateo 4, 15-16.


Entonces Jesús nos vino a predicar, la inmensa importancia de la Conversión, siendo sus primeras Palabras registradas en  uno de los cuatro Santos Evangelios:

“<<Convertíos; porque el Reino de los Cielos está cerca>>.” Palabras de Jesús, Mateo 4, 17.

Un llamado desde los inicios de la humanidad de Dios, donde Jesús habla del reconocimiento y de las penitencias para lograr la Conversión:

Entonces comenzó a increpar a las ciudades en que se habían realizado la mayoría de sus milagros, por no haberse convertido: <<! ¡Ay de ti Corazaín! ¡Ay de ti Betsaida! Porque, si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los mismos milagros que en vosotras, ya hace tiempo que, cubiertas de cilicio y en cenizas, se habrían convertido.” Mateo 11, 20.

Antes de Jesús, vino un profeta llamado Jonás y hubo quienes se convirtieron con él:

Los habitantes de Nínive comparecerán en el juicio con esta generación y la condenaran; porque ellas se convirtieron ante la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.” Palabras de Jesus en Mateo 12, 41.

Jesús, antes de ascender, deja a sus discípulos preparados y le da el poder sobre los espíritus impuros. Eso sucede en la actualidad, por voluntades del Señor, haciendo llamado a las nuevas generaciones:

Recorría las aldeas circunvecinas enseñando, convoca a los Doce, y los fue enviando de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.Marcos 6, 6b.

Partieron pues a predicar para que se convirtieran. Expulsaron muchos demonios, ungieron con aceite a muchos enfermos y hacían curaciones.” Marcos 6, 12-13.

Un episodio registrado de crueldad, que deja lamentaciones en la sociedad; donde Jesús vuelve a hacer un fuerte llamado a la Conversión:

En aquel momento se presentaron unos para contarle lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de las victimas que ofrecían. Él les respondió: << ¿Piensan que esos galileos, por haber sufrido semejante suerte, eran más pecadores que todos los demás galileos? Nada de eso – os lo digo yo -; y si no se convierten, todos perecerán igualmente. Y de aquellos dieciocho sobre los cuales se desplomo la torre de Siloé y los mato. ¿piensa que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Nada de eso – os lo digo yo -; y si no se convierten, todos perecerán de la misma manera>>.” Palabras de Jesús Lucas 13, 1-5.

Debemos saber, y para muchos: motivo de fiesta y de alegría, que en el Cielo hay fiestas por tan solo un convertido; así de importante es:

Os digo que igualmente habrá más alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión.”

Palabras de Jesús, Lucas 15, 7.

Igualmente –os digo- hay gran alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierte.”

Palabras de Jesús, Lucas 15, 10.

En esos momentos de mucho dolor, cuando la muerte corporal se hace inevitable, hasta en esos difíciles momentos, el Señor reconoce a quienes, con humildad, le reconocen; entonces lo convierte:

Uno de los malhechores crucificado lo insultaba: << ¿No eres tú el Cristo? Pues sálvate a ti mismo y a nosotros>>. Pero el otro lo reprendió, diciendo: ¿Ni siquiera tu temes a Dios, tu que estas padeciendo el mismo suplicio? Nosotros con justicia, pues estamos recibiendo lo merecido por nuestras fechorías. Pero este nada malo ha hecho>>. Y añadió: <<! Jesús acuérdate de mí cuando llegues a tu reino!>>. Él le contesto: << Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso>>.” Lucas 23, 39-43.


Para entender las Escrituras hay que tener postura de entendimiento, la sabiduría es concedida por el Señor:

Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras, y les dijo: << Así está escrito: que el Cristo tenía que padecer, que al tercer día había de resucitar de entre los muertos, y que en su Nombre había de predicarse la Conversión para el perdón de los pecados de todas las naciones, comenzando por Jerusalén.” Lucas 24, 45-47.

Se hace un llamado a todos los fieles del Señor:

Conviértanse, y que cada uno de ustedes se bautice en el Nombre de Jesucristo para remisión de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo; porque esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos cuantos, estando lejos, el Señor nuestro Dios se dignare llamar>>.”

Hechos 2, 38-41.

Así bien pues que, atendamos el llamado que el Padre Celestial, bondadoso y paciente, nos hace para nuestra conversión:

“ ¿O es que menosprecias la riqueza de su bondad y de su paciencia y de su comprensión, al no reconocer que esta bondad de Dios intenta llevarte a la conversión?.” Romanos 2, 4.